-Aún eres joven-, le dice ella, mientras se desabotona
la blusa.
El, callado, con la mirada clavada en las curvas de la
mujer.
La mujer luce minifalda, blusa escotada, tan escotada
que sus pezones son visibles.
Sus labios rojos.
Su maquillaje evidencia su buen gusto por esas cosas…
-Y muy tímido-, continúa ella, mientras se despoja del
sostén o brasier color rojo.
El abre desmesuradamente los ojos y los reposa en sus
pechos, en sus enormes pechos.
-No te quedés ahí. ¿O te conformás con verme?-, le
cuestiona ella.
El guarda silencio.
Tiembla. Es un manojo de nervios.
Pero es claro que tiene muchas ganas.
El cuarto de hotel apesta a creolina.
Y a sexo.
Pero, ahora, a mujer desnuda, a mujer con ganas…
-No seás tímido mi amor-, le aconseja ella, mientras
su minifalta cae al suelo.
El, de nuevo, abre desmesuradamente los ojos y dirige
sus ojos a su ropa interior.
“Esa es una tanga”, piensa, mientras sigue con la
tembladera.
Y con más ganas.
En ese momento, ella se acerca al joven tímido y
primerizo. Le da una mordida suave a sus labios y le restriega los enormes
pechos en la cara.
Lo abraza.
Le toma la mano derecha.
-Quítame la tanga-, le ordena, mientras la da una
suave mordida en la oreja.
Y él, sigue callado, temblando, viendo los vellos que
se asoman en la tanga color rojo.
Y se pregunta: ¿Cómo será? ¿Estará rasurado?
Hay misterio.
En imágenes ha visto cómo es una vagina, pero hay
misterio, dudas.
-Desnúdame mi amor, y te llevaré a la gloria-, le
ordena de nuevo, la mujer de cuarenta años de edad.
“Ya es señora, pero está muy buena”, piensa él.
Y, lenta y religiosamente, le arrebata la tanga y
descubre lo más rico que tienen las mujeres, según me han dicho.
Se entregan con pasión y disfrutan de la gloria.
RETAZOS. Elder Exvedi Morales Mérida.
Guatemala, 14 de noviembre de 2003.
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