EL SOMBRERÓN
FUENTE:
Huista: Un viaje a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.
Hombre
pequeño, vestido de negro. Su boca se hacía brillar más en la penumbra, porque
su dentadura era de oro macizo, según los ancianos, que son quienes despiojan
el tiempo…
Hubo
una época en que comenzó a llegar todas las noches a enamorar a las jóvenes,
sobre todo, a las de cabellera larga.
Con
el correr del tiempo, se dedicó a visitar a una hija de Pedro Ixim.
Esta
situación inquietó a toda la familia. Algunas amistades se acercaron con la intensión de prestar y buscar ayuda,
porque, se había concluido que, todo era obra de el Sombrerón.
Lo
primero que se hizo fue cortarle su abundante y hermosa cabellera.
Cada
día se ponían en oración al entrar la noche. Si no, nos friega a la patoja,
justificaban.
Ella
comenzó a marchitarse. Su ánimo había decaído. Ante esta situación, deciden
buscar protección de Jesús Nazareno, a quien le ofrecen de inmediato una visita, caminando a pie y
descalza desde el Pie de la Virgen, lugar sagrado para los católicos que se
ubica en el umbral de El Tabacal.
La
peregrinación la emprenden de inmediato. Muchos vecinos deciden acompañarles,
pero, al ir por Los Amoladeros- donde los campesinos afilaban sus machetes-,
ante la incredulidad de todos, el corazón de la joven se apagó y allí, en medio
del pesar e incertidumbre, regresan con el cuerpo de la muchacha, para velarla
en su casa, en el cantón San José.
Al
llegar, se horrorizaron al ver sentado
en la ventana al Sombrerón, que, en breve, desapareció, como por arte de magia.
-Cuando
uno ve a ese mentadote hombrecito, es bueno orinar y con el bish, hacer siete
cruces-, aconsejó doña Tulipana, una mujer que soñó en ser monja, pero pudo más
el deseo carnal. Ni modo, no es amargo,
decía después, de broma en broma.
Depositaron
cuidadosamente el cuerpo inerte en un
modesto ataúd en la sala de su casa, a donde llegó gente de todas partes a
rendirle su último tributo, como se acostumbra en estos lares.
El
féretro había sido un regalo de tío Chema, como sucedía casi siempre.
Muy
cerca del amanecer del día siguiente, la caja donde yacía el cuerpo
de la desdichada joven, sorpresivamente se movió.
Todos
decidieron ver qué sucedía. Al acercarse descubrieron que ahora estaba vestida con otra ropa: vestía
un traje fino de novia, y en sus manos
sostenía un manojo de rosas rojas.
Y
antes de sepultarla, al darle el último
adiós, descubrieron desconsolados que su cuerpo había desaparecido.
-Se
la llevó el pinche Sombrerón-, dijo Pedro Ixim.
FUENTE:
Huista: Un viaje a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.
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