miércoles, 12 de octubre de 2016

NO QUERIA CHUPAR FUENTE: Relatos de Santa Ana Huista. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994

YO NO QUERIA  CHUPAR
FUENTE: Relatos de Santa Ana Huista.
Elder Exvedi Morales Mérida. 1994

Yo no quería chupar, el guaro me da asco, mucho asco.     Muchas arrojadas y gargajos verdes y amarillos habían en el suelo cuando  me arrimé. ¡Ah púchicas!, qué botellal sobre la mesa apolillada de cedro. Yo estaba bien jodido, no lo miento;  la patoja que quiero, me dijo que no me hacía caso porque yo era un muerto de hambre. ¡Ish!, lamido, empachado, burro igualado, fue lo último que me dijo.  Yo no quería chupar, pero me fui  a arrinconar a la cantina esa...  En el suelo dormía el Chilino, a quien le habían dado su buena pijaceada por querer manosear a la Chepa, hija de la dueña de la cantina “El Buen Tufo”. Buen tufo será la chingada, a caite chamuscado apestaba.  El jodido de mi primo Cleto se empinó la botella de guaro de un cuentazo y me dijo: Vos Juan Huista, chate un tu traguito.  Yo no quería chupar, se los juro por Diosito.  Cuerudo, tan lamido que sos, me dijo Cleto.  Yo les rejuro que solo una vez me había puesto bien a pichinga, pero con chicha.  La Chepa me miraba con sus ojotes, que parecían dos brasas, pues nunca me había visto chupar.  El Chilino abrió los ojotes de chucho jiotoso y la chotió  bien.  ¡Ayayay! Quiero chupar más, gritó el Cleto.  Me pidió una choca para comprar otro octavito.  Para que no digiera que yo era un codo, le dí un quezal. ¡Jajajajaja! se rió y me dijo: ¡Guaro me exige el esqueleto!  ¡Uyuyuy!, Chepa, cara de chancleta, dame cuatro octavitos más, ordenó el Cleto.   Vaya a mandar a su casa huevón,  lamido. Siquiera diga por favor, respondió la Chepa, mirándome de reojo.  El marimbista de Cebas quiso tocarle una chiche que casi se le salía, y ella le dio un su chipotazo en la geta y le gritó: su leñaceada le voy a dar va ver pue.   Siguió torteando y el Cleto le dijo a Cebas, el marimbista: chingón usté.  Luego me peló los ojotes de burro en bajada y casi gritándome, me dijo: parecés ishto.  Vení, aplastate aquí.  Yo obedecí y hasta quiso  abrirme la trompa para que me hartara el guaro.  Agarré el octavito. Luego pensé en la María y por un cachito y lloro de la tristeza.  Como coche, me atoré el aguardiente. ¡Ayjuelá! Sentí caliente mis tripas, como si tizones hubiera tragado.   Yo no quería chupar, pero de la cólera de que no me quería la María, chupé. 
El pisto  que llevaba lo puse sobre la mesa y dije que yo invitaba.  El marimbista quiso darle un pico a la Chepa y saber cómo diantres, ella le dio un chuculazo en el hocico. Váyase a la chingada, le dijo, y me miró toda chiveada.  El Margotino, marido de mi hermana Criolina, sacó todo el frijol y el pozol cuando arrojó en ese ratito. Já,  por poco y saco todo el  chipilín que me harté.
  Yo no quería chupar, pero no sé rialmente qué chingados tenía fíjense ustedes.
Já, al Chilino cómo le apestaba  la trompa y las patotas shucas. 

Yo ya no le atinaba muchá.  Creo que ya estaba bolo. La verdá es que por un momento me sentí  bien cálida.   Por ratitos sentía que me daba vahído y me hacía del macho.  Estaba bien a pichinga.  A cada rato me sentía más pior. El sonso del marimbista seguía necio. Quería darle un beso a la Chepa. Ella bien brava, lo corrió a leñazos.   El Cleto, por decirle que no fuera arisca, recibió un su guamazo en la geta. Yo sólo miraba.
Yo no quería chupar, pero ya me había zampado un octavo de indita.  Cuando miré el otro octavo, imaginé que la foto que tenía pegada el envase, era la de la María, por eso, sin pensarlo, me lo atoré. ¡Ay, fregado! Pue, ái usté, sentí que era agua de mi tecomate. Ah, tan dulce staba, que parecía melcocha.
Dejá de tomar Juan Huista, me aconsejó chillando la Chepa.  ¡Shó! No siás así, le gritó el abusivo de Cleto.  Vos estate quieto calentón, baboso, empachado, cara de apaste, le contestó ella bien arrecha.  No sea brava chula, le dijo el Chilino, levantándose bien totoreco.     Usté cierre la trompa, le alegó ella. 

En verdá, yo no quería chupar, pero estaba muy triste, porque la María me despreció.    
A la Chepa se le estaba cayendo el corte, por lo que el Cleto le ofreció: si quiere, se lo detengo.
 ¡Ay, qué abusivo y císnico es usté!, le gritó, tirándole  una bola de masa a la cara de monolito. Yo la miré todo embrutecido, y el Chilino me dijo: vos sholco, dejá de verla ansina, porque te va a salir escupelo.     
En serio, yo no quería chupar nunca, pero ahora estaba bien jodido ya.
De mi tanate saqué una foto de ella. La besé y me puse a chillar. 
Vonós, me dijo Cleto.  No, ahora nos hartamos todo el guaro que hayga, le dije chillando.    
Un jarro de barro negro y ahumado, estaba hirviendo en medio del fuego. Tenía mucha hambre. Me chillaban las tripas.   Chepa linda, le dije, denos algo de comer.  Ella muy chula y pizpireta me respondió: con mucho gusto Juanito Huista.
 A puro chipilín espantamos el hambre.  Después seguimos.


Yo no quería chupar, pero ahora estoy de cruda, una sequía de la gran diabla me está jodiendo.

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