EL ESPANTO
Huista: Un viaje
a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.
Floreció el cuarto
día, desde el retorno al terruño.
Me levanté tarde, a
pesar de que estuve despierto desde las primeras luces del alba. El reloj
marcaba las ocho, recordaría muchos años después el
santaneco que había retornado a Huista.
Antes del almuerzo,
que se había preparado en una gran mesa bajo la sombra de los sabinos,
dispusieron bañarse.
-Démonos un
chapuzón-, invita Juan de Dios.
El agua estaba
gélida, fría y transparente.
“Si el río Huista hablara amigos…”, dice tío Chema,
con misterio...
-Tiene razón tío Chema-, reconoce Juan Huista.
Una vez-cuenta tío
Chema-, cuando Rufina era patoja, vino a bañarse a esta poza, y sucedió que
mientras se desvestía, la figura erguida de una mujer emergió de las gélidas
aguas. La joven era blanca, bella, y un
velo de encaje blanco cubría su cabeza y se extendía sobre su cuerpo. Era como
una novia en desfile nupcial. La mujer
estaba de pie. Se escuchaba al principio un sollozo. Era casi imperceptible. Y
Rufina temblaba de miedo. Un frío le sacudió la espalda. Sentía gruesa la
lengua y le impedía articular palabra. Los pies estaban pesados y no podía
moverlos. Permaneció como estatua la pobre patoja.
De pronto, Luisa
llegó a buscarla y la mujer del agua desapareció. Si Luisa no hubiera llegado,
no sé qué hubiera pasado con Rufina.
Cuando mi patoja me
contó lo sucedido, le dije que en este lugar siempre espantaba esa muchacha,
que no era más que la hija de un mi compadre que estaba enamorada y tenía
preparado todo para casarse. Su novio tuvo que irse a prestar servicio militar
a Guatemala, por ordenes de don Jorge Ubico, y como el muchacho nunca volvió
porque murió, ella, desconsolada, se lanzó al río vestida de novia y dejó que
las aguas la cubrieran. Nunca apareció su cuerpo y se le aparece a las mujeres
solteras, como le sucedió a Rufina.
-Muy interesante-,
expone John, mientras anota en su libreta.
Huista: Un viaje
a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.
NOTA
DEL AUTOR: El
lugar aludido se ubica cerca de donde vivió doña Andrea Rivas, hermana de la
escritora y educadora Lucinda, y esposa de don Esteban Antonio Castillo López,
uno de los líderes que luchó por el desanexo de Santa Ana Huista.
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