ESOS, LOS MISMOS
DE SIEMPRE
Autor: Elder Exvedi Morales Mérida.
Esos, los mismos de
siempre,
los que han hundido
sus raíces negras
y horripilantes
en los surcos de mi
patria,
de mi mancillada
patria,
siguen desmembrando
nuestros sueños,
hipotecando nuestro
futuro
y cercenando nuestras
utopías.
Esos, los mismos de
siempre,
ríen a carcajadas
al ver cómo las
vendas de nuestros ojos
siguen intactas,
fuertes, pavorosas;
y ante nuestra mudez,
cobardía e ingenuidad
se complacen
y se desternillan…
¡Tanta ceguera
maldita!
¡Tanto silencio
encubridor!
Y los labios de los
niños siguen huérfanos,
sin sus sonrisas
conmovedoras;
y germinan las rosas
negras, lúgubres, de luto.
¿Por qué mis hermanos
se quedan de brazos cruzados
ante tanta injusticia
y cinismo?
¿Por qué tanta
cobardía, candor e indiferencia?
Esos, los mismos de
siempre,
se embelesan viendo
como muchos de mis
hermanos
siguen atados a
dogmas catastróficos
y a fanatismos
estúpidos.
Esos, los mismos de
siempre,
nos inyectan su
toxina perversa
y callamos,
enmudecemos
y nos arrodillamos
ante tanta infamia.
¿Qué será de las
generaciones venideras?
Esos, los mismos de
siempre,
venden nuestra
raquítica soberanía,
hacen trizas nuestros
recursos naturales
dejándonos una estela
de muerte,
miseria
y de inmundicia.
Los diáfanos ríos se
convirtieron en cloacas,
en alcantarillas,
en desagües,
en retretes,
en escusados,
en inodoros,
en letrinas.
¿Y a quién le
importa?
¡¿Por qué sigue
apestando la indiferencia de mis hermanos?!
¡Tanto silencio me
martiriza!
Esos, los mismos de
siempre,
crucifican arboledas,
fusilan ríos y lagos,
y le roban la vida
a la Madre Tierra,
y nadie dice
ni hace nada.
Esos, los mismos de
siempre,
se limpian el trasero
con las leyes
y aquí,
en esta patria
mártir,
no pasa nada.
Nadie dice nada.
Esos, los mismos de
siempre,
nos roban el pan
y nos dejan las mesas
vacías,
desprovistas.
Esos, los mismos de
siempre,
machetean nuestras
sonrisas,
nos vuelven
consumistas
y nos manejan cual
títeres
a su sabor y antojo
y callamos,
callamos.
Uniforman nuestras
voces,
nuestras mentes
y la libertad es tan
solo una fantasía.
Esos, los mismos de
siempre,
aprovechan nuestra
ignorancia,
nuestra hambre,
nuestra sed,
nuestra necesidad
y nuestra estupidez
para amasar fortunas.
Esos, los mismos de
siempre,
cuyo dios es el
dinero y la vanidad
creen ganarse a mi
hermano Jesús
frecuentando las
iglesias,
cediendo grandes
limosnas y diezmos
y vistiéndose de
primera comunión.
Por esos, amado
hermano Jesús,
yo oro,
y exijo justicia.
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