lunes, 25 de julio de 2016

LA FERIA PATRONAL DE SANTA ANA HUISTA (IX)

LA FERIA PATRONAL DE SANTA ANA HUISTA (IX)

FUENTE: Huista: un viaje a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida.                 Guatemala, 26 de julio de 1994.


La feria está, como siempre: alegre.
Trasladémonos  a otro escenario: al palenque…
-No va a venir el gallero mexicano-, se lamenta tío Chema.
Cuando de pronto apareció el aludido  con su gallo. El gallo causó admiración por su estampa: un giro de negro con coberturas alares doradas, cola blanca en arco, pecho robusto, patas coloradas, muy fuertes.
Y en breve, comienza la pelea.
Soltaron los gallos. Su gallo remontó sus alas en lenta abatida, se dio  una espectacular voltereta, mordió, mordió.
El gallo había logrado una verdadera proeza.
-¡Qué gallo tan cabrón!-, grita don Chomo.
-Jijo de su pinche madre, tío Chema es cabrón-, gritó.
Las diez de la mañana serían acaso, cuando ante la presencia de unas doscientas personas, entre mexicanas y guatemaltecas,  el gallo de tío Chema hizo un espectacular alzo matando al puro sangre...
El gallo de tío Chema  era un “gran” gallo, decían.
Vino tinto con tonalidades amarillas, su plumaje; patas coloradas, de cresta cortada a ras.
El mejor de la feria. 
El gallo de tío Chema era de grandes espolones. Tenía las plumas de la cola, largas, arqueadas. Era de bella estampa. En los palenques de Chiapas había ganado siempre las peleas.

Las peleas continuaron. 
Juan Huista llevó un canasto lleno de maíz blanco.
Lanzó los puñados al voleo.
Años después, John escribió: “Fuimos a ver la pelea de gallos. El palenque estuvo muy concurrido, como suele ser. Todos los gallos ofrecieron un espectáculo fenomenal.  Pero había un gallo que llamó poderosamente mi atención. El gallo tenía lindas las hoces de su cola. El vivaz gallo aleteó vigorosamente y cantó. Canta porque es el jefe, el que manda, el que domina.    En su casa, tío Chema tenía crianza de gallos finos, giros, malayos, jerezanos.  Hizo más de veinte alzos, como dicen los galleros. Murió de viejo”.
Un mexicano bajito, gordo, canoso y de  tez morena, cuando perdió, dijo:-Órale cabrón, me ganaste.
Sus ojos avellanados decían mucho…
Tío Chema era amable, tranquilo, de voz serena, pero esa vez le exigió al abusivo sujeto respeto, y todo el pueblo lo defendió.
-O me respetás o te atenés a las consecuencias-, amenazó.
-¡Hijuela! Ya se jodió la cosa-, advirtió doña Chana, que vendía chicha, guaro y cerveza Gallo.
Y Pedro Ixim, que ya había consumido suficiente chicha, también amenazó al sujeto:
-¡Hijuelagrandiosísimaputa!
Y le dio una paliza.
Al filo de la media noche, tío Chema abandonó el lugar con su gallo bajo el brazo y una sonrisa de oreja a oreja, señal de inequívoca, de orgullo y satisfacción.

Al clarear el día, del día siguiente,  llegaron las autoridades.  Estaba de goma.
-Tío Chema, solo queremos aclarar el pleito de ayer-, dijeron los policías municipales.
-No se preocupen muchá, yo soy hombre de palabra y respeto las leyes. Si debo algo, debo pagar.
Y esclarecieron el caso.
Después del almuerzo, tío Chema, sentado en su butaca, en compañía de Pedro Ixim, Juan Huista, John y Juan de Dios, confiesa:-Estar involucrado en estas situaciones, es vergonzoso para mí. Eso me enoja. Y como  el enojo se apaga con un par de tragos, les invito a que vayamos a tomar un par de cervezas.
-Ni lo oímos dos veces-, responde Juan Huista.
Y Pedro Ixim le secundó: Con este calor de la gran puta, caen rebien las chelas.
Y fueron.

-El  día en que le cortamos la cresta y la barbilla a su gallo “valente”  tío Chema, nos  echamos unos tragos de comiteco, ¿verdad? - dijo Juan Huista.
Y tío Chema, entre risa y risa, respondió: ¡Cómo no me voy a acordar mijo! Si ese día terminaste de columbrón.
Todos rieron de buena gana.
-Ah, pero me protegí el fundío, porque uno no sabe…-, añadió, y las risas se prolongaron.
-Es alegre la vida muchá. Es breve y hay que disfrutarla. Hay que tomar, comer, dormir, trabajar, reír, llorar, viajar  y…muchas cosas más. Un día fuimos a Tapachula, donde convivimos con don Esteban, quien  vivía en la colonia Los Laureles. Hermano de la bella Abigail, esposa de mi compadre Posh. Abigail y Esteban  son hijos de don José María Hidalgo Segura y de doña Ventura Lemus Barillas.  Tomamos unos tragos de comiteco. Fue un viaje inolvidable. Llegamos temprano al palenque.  Juan Huista me ayudó a amarrar  la navaja, en la pata izquierda del gallo. Un día antes le habíamos recortado los espolones.  A las nueve de la mañana fue la primera pelea.    El gallo mexicano huyó en plena pelea y Juan Huista dijo-Ese pinche gallo es valiente pero se acobardó porque el rival le untó sebo de coyote.
***
Las mengalas son  galanas, coquetas, cuzcas y relamidas, pues gustan arreglarse con esmero y con colores brillantes para llamar la atención de los hombres.
Lucen blusas adornadas con encajes, tiras bordadas o listones, a la usanza europea y con manga corta.   Llevan faldas amplias con flores pequeñitas, varias enaguas o fustanes con orillas de encajes y las mangas de la blusa enyuquillada. El pelo lo usan trenzado y adornan su cabellera y sus trenzas con moños de listón de satín de colores brillantes. Llevan, casi  siempre, flores silvestres insertadas  en el  pelo.
***
¡Naranjas con pepita! ¡Naranjas con pepita! ¡Naranjas con pepita!
Semántica, una adolescente indígena,  vende naranjas peladas, untadas de sal y polvo de pepitoria.
¡Granizadas!  ¡Granizadas!  ¡Granizadas!
Eusebio, su hermano, en una carretilla vende granizadas con el hielo pintado de colorado y amarillo huevo.
Ofrece sabores dulces y  salados, que van desde la granizada sencilla con saborizantes hasta las que incluyen frutas como mango, naranja, limón, guindas, piña, mora o fresas.
¡Llegaron sus nieves, sus ricas nieves!   ¡Llegaron sus nieves, sus ricas nieves!
Entre las nieves de sabores más populares se encuentran la nieve de limón y la nieve de fresa. Sus inicios son muy antiguos. Los chinos mezclaban la nieve de las montañas con fruta y miel, y, los califas de Bagdad, con jugo de frutas. Le dieron el nombre de sharbets, que significa ‘bebida’, de donde proviene la palabra “sorbete”. Marco Polo introdujo las recetas de los helados aprendidas en sus viajes a Europa.
En su forma más simple, el helado o crema helada es un postre congelado hecho de agua, leche, crema de leche o natilla combinadas con saborizantes, edulcorantes o azúcar. En la actualidad, se añaden otros ingredientes tales como yemas de huevo, frutas, chocolate, galletas, frutos secos, yogur y sustancias estabilizantes.
Hecho con hielo finamente desmenuzado, al que se agrega alguna esencia, jugo de fruta o bebida alcohólica. Una variante de este último es el denominado raspado, en el cual se usa un bloque de hielo que es raspado en un máquina manual. Al hielo desmenuzado obtenido así se le añade esencias con colorantes o jugos de fruta y se vende en puestos ambulantes.
Es un helado que no necesariamente es de baja calidad, pero generalmente, más económico porque no requiere de la operación de congelación a la que se someten los otros tipos de helado después de la formación de la emulsión. Suelen ser denominados en otros países como barquillas por ser este el nombre del cono hecho de hojaldre en el cual se sirven.

La carretilla de helados está pintada de azul y blanco, como bandera nacional, y la fabricó don Miguel Ángel Taracena, que igual hacía una marimba sencilla o diatónica, un portón, una puerta, una ventana,  un armario, una caja de muerto o una carretilla de helados.
La carretilla es un cajón rectangular, con una rueda por delante forrada de hule de llanta de carro, que con las dos patas de atrás, permitía estacionarse en donde Euse quisiera.  Sí, Euse, como le decían cariñosamente a Eusebio. Además, tenía dos brazos para lograr que caminara y así recorrer las calles empedradas y empolvadas, sonando su campanita de bronce. Solo se  escuchaba el tilín tilín de la campanita y los  niños persuadían a los padres para saborear los ricos helados. La carretilla tenía una tapadera con bisagras, que se levantaba y por dentro estaba un cilindro de lámina de zinc, también con tapadera. A su alrededor le ponían suficientes pedazos de hielo. Al hielo le aplica sal y aserrín de pino que obtenían en las carpinterías de los señores Julio Hernández, Vicente Matamoros Armas y Miguel Ángel Taracena.  Con frecuencia, levantaba la tapadera y movía el cilindro en forma semicircular, hasta que la leche volvía a agarrar consistencia.
La carretilla tenía su desagüe para expulsar el agua del hielo que se derretía, tapado con un pedazo de olote. Cuando Euse lo juzgaba necesario, quitaba el olote y salía un chorro de agua fría y salada.
-¡Miren muchá: está haciendo bish ese Euse. Mírelenle el chilín!-, se burlaban los niños traviesos.
Era admirable la presentación del helado: montado en un barquillo moreno, también producto artesanal, que el heladero formaba, utilizando una cuchara plana, una verdadera obra de arte, pues construía un copo de colores amarillo, blanco y rosado o colorado, según las nieves que llevara en el cilindro.
“Nos gustaban los helados de cartucho. El heladero se apostaba frente  a la iglesia sonando su campanilla. Iba también de calle en calle. Dentro de la carretilla tenía dos tambos, uno grande de madera como tonelito y el otro pequeño de lámina, rodeado este de pedazos de hielo. A un lado gaveta con bisagra. Llevaba los barquillos. El chingolingo, el tiro al blanco con sus rifles de viento la rueda de Chicago, todo eso lo recuerdo. Vimos también  bailar a los moros en el atrio de la iglesia. Compramos pitos de barro, que sonaban por varios días. Participaron los famosos gigantes en el convite de la fiesta en honor a Santa Ana. Los trajes fueron confeccionados por don Nacho”, recordaría muchos años después Juan de Dios, en el lejano país del norte.
***
Niños, jóvenes y  adultos saborean chupetes. Algo muy común en las fiestas pueblerinas…
-Preparar los chupetes,  no es nada fácil. Quienes los preparan deben conocer el tipo de azúcar adecuado, la medida exacta de agua y la cantidad de leña, para que uno se chupe los dedos, como lo estamos haciendo-, dice Rufina.
Y agrega: Hay que tener  precisión, paciencia, habilidad y buen humor.  Si la persona que los prepara está enojada, triste, nerviosa o de malas, la preparación se corta. Por eso, hay que estar alegre y pelar la mazorca.
-El azúcar no debe ser ni muy blanca o muy morena, debe estar vidriada-, explica doña Lola, una de las santanecas  que preparan chupetes desde que era adolescente.
 Los chupeteros son siete.
-Y de un quintal, ¿Cuánto chupetes obtiene?-, pregunta Juan de Dios.
- Aproximadamente, 2 mil 500 chupetes.
-Es una tarea que exige mucho trabajo-, añade Rufina.
Y doña Lola, gustosamente, revela: Lleva su tiempo. Buscamos una olla de peltre, la más grande, con capacidad de 15 litros de líquido. Preparamos el fuego de leña para cocinar la mezcla de azúcar disuelta en agua pura, no demasiada agua.  Lo dejamos hervir durante dos o tres horas sin menearlo. Añadimos esencia de piña, limón, fresa y naranja, y un limón entero.  Mejor si es de ese limón de patio.   El dulce está listo cuando empieza a burbujear.  Y vamos con la prueba final: agarramos una cuchara con agua fría y le dejamos caer unas gotas de la mezcla en esta.  Si escuchamos un sonido similar a un chasquido, sabemos que está lista. En menos de media hora el líquido debe reposar sobre los cartuchos de papel glacín, enrollados previamente.
Buena cantidad de  conos enrollados descansan sobre una tabla de madera cuadrada, sostenida a los lados por dos piezas rectangulares, similares a las bases donde los vendedores exhiben su producto. Se deposita el líquido en los moldes y cuando la mezcla está a punto de cuajar se añaden los palitos.
-¿Cómo saber si un chupete es de calidad?
-Por el sabor. Y si tiene granitos, significa que se cortó.
-Muy interesante-, dice John, mientras escribe en su libreta.




FUENTE: Huista: un viaje a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida.                 Guatemala, 26 de julio de 1994.

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