jueves, 22 de septiembre de 2016

EL CUATRERO FUENTE: Relatos de Santa Ana Huista. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994

EL CUATRERO
FUENTE: Relatos de Santa Ana Huista.
Elder Exvedi Morales Mérida. 1994


Los gallos anunciaban el nuevo día, en aquellos tiempos vivientes en las memorias de la  historia.  El silencio  imperaba. Tan solo el murmurar del río Huista se escuchaba. El pueblo dormía profundamente por las noches, mientras por sus calles La Llorona, La Siguanaba, El Sombrerón, El Cadejo y los demás... se adueñaban de ellas...

Durante el día, todos ocupados en sus quehaceres.
  
-Mañana muy tempranito, me güir al otro lado a buscar mi yegua -, dijo Pruncio Chirivisco, a quien, días antes, le habían robado un animal de carga.

-Andaite bien tempranito Pruncio, porque está muy lejos -, aconsejó  la esposa de éste.

En ese entonces, abundaban los cuatreros.
Muchos se quedaron con las manos vacías, algunos sin sus vacas, otros sin sus yeguas.  En la época referida, tan sólo existía un vehículo y era propiedad de don Filomeno Hernández.
De manera que los viajes se hacían a “lomo de caballo” o a “pura pata”, y muy pocos los privilegiados que viajaban en ese vehículo.

La mañana de la partida llegó.

Pruncio Chirivisco  caminó durante todo el día, y al fin logró  cruzar la frontera.
Al “otro lado” encontró a un hombre sentado frente a otro que yacía en el suelo. Creyó que el que yacía en el suelo con la cara oculta estaba durmiendo, pero pronto se dio cuenta que estaba muerto

-Buenos días siñor, que güeno que le encuentro  -, dijo Pruncio Chirivisco muy alegre,  ya que  después de  tanto caminar no había encontrado a nadie más.
-Buenos días -, respondió  el hombre,  con lágrimas en los ojos.
-¿Usté no ha visto por aquí a una yegua blanca?
-No. ¿Por qué?
- Es que me la robaron siñor, y es el   único animalito que tengo.
¿Quieres que te ayude?

Pruncio tan sólo asintió con la cabeza.
 
-Pero, ¿por qué no te atreves a ver a mi amigo el muerto?
-No me gusta ver a los dijuntos, porque después los sueños.
-Pobre tú, veo que eres pobre y ahora estás  sufriendo más por la pérdida  de tu  yegua. 
-Si siñor, soy bien pogresito.
-Bien,  te lo diré. Puedes encontrar tu yegua en el siguiente poblado.  Solo  que hasta mañana al mediodía la encontrarás atada a un árbol,  frente a una casa de  adobes.  Entra a esa casa y di que tú eres el dueño, y te la devolverán.
-Gracias siñor, voy a comenzar el camino para llegar mañana.

Pruncio Chirivisco dejó al hombre junto al cadáver, y prosiguió el viaje. 
La  noche lo alcanzó en el camino y por la oscuridad reinante, pernoctó al pie de un árbol.
En toda la noche no durmió nada,  pues tan solo al cerrar los ojos empezaba a soñar a aquél cadáver.  Frente a una enorme fogata vio esfumarse la noche.  Llegada  la mañana siguió el viaje y al mediodía  llegó al poblado.  Desde lejos divisó su yegua atada a un árbol y se alegró. Entró en la casa, cuyas  puertas estaban abiertas, ya que la gente entraba y salía.  Se acercó  a un grupo  de personas que  velaban  un  difunto   y   después  de observarlo  detenidamente,   le pareció familiar. Vestía botas, pantalones de lona.  Las mujeres rezaban sus monótonos rezos.  Pruncio  evitaba verle la cara al difunto y tan solo miraba el cuerpo inanimado.
-¿Dónde he visto a un hombre con las mismas botas y el mismo pantalón? -, se preguntaba insistentemente en silencio.
  
Transcurrió un breve tiempo y la curiosidad lo dominó.
De pronto, cuando de reojo miró al “velado”, por poco lanza sus gritos de susto. Un mutismo profundo reinó en sus pensamientos. No salía de su asombro. Una fuerza extraña lo encadenaba al darse cuenta que el difunto no  era más que  aquel  cuatrero que encontró  frente a su propio cuerpo y que le indicó el lugar donde podría hallar su yegua.

Testigos oculares afirman que cayó al suelo y se retorcía, como si hubiese sido poseído por el espíritu del fallecido.  Cuando ya estaba un poco sosegado, contaba espantado aún, que ese “finadito” le había  ayudado  a dar con su yegua.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

ABACAL, ARPA DE ROCÍO Por Elder Exvedi Morales Mérida. 1994

TABACAL, ARPA DE ROCÍO
Por Elder Exvedi Morales Mérida. 1994

Tabacal, arpa de rocío,
recibe el numen, el canto mío;
el abecedario azul de amor.
Recibe pues, de mi alma, el loor.

Te pueblas de alondras y cenzontles,
de paisajes, de cantarines montes;
de bandadas de turpiales
y de legendarios maizales.

Tabacal, eterna primavera,
aromática y poética pradera,
erguida y orgullosa en mi alma
derrochando paz y calma.

El colosal Resumidero
narra tu historia sincero
y te siento más cerca de mí

como perfumada flor de alelí.

EL TABACAL Autor: Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.

A EL TABACAL
Autor: Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.

Cuna, tierra de cantores,
con esencia de flores,
te ofrendo mis versos colmados de alegría,
mi más amada vegetal sinfonía.

A tu belleza, canto sincero,
a tu colosal y enigmático Resumidero;
a tus sublimes paisajes
y a tus poéticos parajes.

En tus surcos germina la semilla
y en tu alma la ternura brilla,
porque Tabacal, tú eres un son,
que brota dulcemente de mi  bardo corazón.   

El Tabacal es un inmortal verso,
sonriendo ante el universo;
es un jazmín florecido

y  un manojo de esperanza enternecido.

MONOGRAFÍA DE EL TABACAL


ES DÍA DE COSECHA…

ES DÍA DE COSECHA…

Maestra María del Rosario Molina, hoy es un día placentero, extraordinario, inolvidable...
¡Siento alegría en mi corazón, porque es día de cosecha…!

Usted es de esas lumbreras, de esas personas que nunca cierran sus fronteras y ofrecen sus horizontes…
El perfume de su poesía conmueve, seduce, edifica.
 Su palabra va de  sendero en sendero llevando en sus manos luz, mucha luz.

La mañana ha despuntado. 
Muchos se asoman a las ventanas y la ven pasar. ¡Es su palabra!
¿O son luciérnagas sempiternas?

Su palabra, su arte, nos hace viajar más allá  de los confines del tiempo y el espacio.  Su palabra, maestra, nos lleva hacia el infinito para encontrar otros universos…
Bebo su palabra y entonces me invaden raudales de inspiración.
Y es que su palabra redime, sacude, melifica, rejuvenece y construye.

La lectura de su obra es sensual. Nos dejamos embelesar por sus versos, por sus semillas, por sus palabras.

¡Tantas lumbreras retoñando en sus palabras!

En un país en donde la obscenidad de la corrupción y la violencia ya no provoca la indignación de muchos ciudadanos, usted,  Maestra María del Rosario Molina, con su arte, con su labor, nos da esperanzas.

Cuando usted se marche, diré, a los cuatro vientos: se fue la artesana de la palabra , pero dejó su palabra inmarcesible.
(Claro, si antes, no me marcho yo…)

Maestra María del Rosario Molina, en esta sociedad de máscaras, su palabra es luz.

La mañana ha despuntado. 

¡Siento alegría en mi corazón, porque es día de cosecha…!

Con respeto, admiración y gratitud.
Elder Exvedi Morales Mérida.

Santa Ana Huista, Huehuetenango, 21 de septiembre de 2016.

martes, 20 de septiembre de 2016

SANTO TOMÁS LA UNIÓN Autor: Elder Exvedi Morales Mérida. 1995

SANTO TOMÁS LA UNIÓN
Autor: Elder Exvedi Morales Mérida. 1995

En la cúspide de mi corazón
Santo Tomás la Unión
narra su asombrosa historia,
nos recuerda su loable gloria.

En su suelo fértil germina el alba
y la paz y la calma
se hospedan  en el corazón
de mi poético Santo Tomás la Unión.

Tiene Santo Tomás la Unión
en su corazón, un radiante son,
que concibió la marimba
que nos conmueve y nos nimba.

En Santo Tomás la Unión,
hay belleza celestial;
pues es para Dios, su sitial,
y su más excelsa canción.


Yo le dedico mis versos rurales,
a Santo Tomás la Unión;
y germinan en mi corazón
gorjeos y coros a raudales.


Del poemario YO LE CANTO A MI PATRIA (1995) 

SUCHITEPÉQUEZ Autor: Elder Exvedi Morales Mérida. 1995

SUCHITEPÉQUEZ
Autor: Elder Exvedi Morales Mérida. 1995

Suchitepéquez, bañado por el mar
con su poesía diáfana y sublime,
musa que siempre he de amar
porque con su ternura, me redime.

Los ríos Samalá, Sis, Nahualate,
Ixtacapa, Nimá,  Coyolate,
Icán  y Madre Vieja 
bendicen y narran la gloriosa conseja.

Suchitepéquez, traslúcida poesía,
canción tejida, con hilos de armonía,
yo te ofrendo mis versos campiranos,
colmados de murmullos aldeanos.

En tus surcos fructuosos
nacen y crecen hermosos,
lozanos y sustanciosos
los ágapes gloriosos.

El Arquitecto del Universo
te bendice ¡oh poema terso!
Suchitepéquez, manojo de armonía,
cuna mía, saturada de alegría.


Del poemario YO LE CANTO A MI PATRIA (1995)

lunes, 19 de septiembre de 2016

EL CUATRERO FUENTE: Relatos de Santa Ana Huista. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994


EL CUATRERO
FUENTE: Relatos de Santa Ana Huista.
Elder Exvedi Morales Mérida. 1994


Los gallos anunciaban el nuevo día, en aquellos tiempos vivientes en las memorias de la  historia.  El silencio  imperaba. Tan solo el murmurar del río Huista se escuchaba. El pueblo dormía profundamente por las noches, mientras por sus calles La Llorona, La Siguanaba, El Sombrerón, El Cadejo y los demás... se adueñaban de ellas...

Durante el día, todos ocupados en sus quehaceres.
  
-Mañana muy tempranito, me güir al otro lado a buscar mi yegua -, dijo Pruncio Chirivisco, a quien, días antes, le habían robado un animal de carga.

-Andaite bien tempranito Pruncio, porque está muy lejos -, aconsejó  la esposa de éste.

En ese entonces, abundaban los cuatreros.
Muchos se quedaron con las manos vacías, algunos sin sus vacas, otros sin sus yeguas.  En la época referida, tan sólo existía un vehículo y era propiedad de don Filomeno Hernández.
De manera que los viajes se hacían a “lomo de caballo” o a “pura pata”, y muy pocos los privilegiados que viajaban en ese vehículo.

La mañana de la partida llegó.

Pruncio Chirivisco  caminó durante todo el día, y al fin logró  cruzar la frontera.
Al “otro lado” encontró a un hombre sentado frente a otro que yacía en el suelo. Creyó que el que yacía en el suelo con la cara oculta estaba durmiendo, pero pronto se dio cuenta que estaba muerto

-Buenos días siñor, que güeno que le encuentro  -, dijo Pruncio Chirivisco muy alegre,  ya que  después de  tanto caminar no había encontrado a nadie más.
-Buenos días -, respondió  el hombre,  con lágrimas en los ojos.
-¿Usté no ha visto por aquí a una yegua blanca?
-No. ¿Por qué?
- Es que me la robaron siñor, y es el   único animalito que tengo.
¿Quieres que te ayude?

Pruncio tan sólo asintió con la cabeza.
 
-Pero, ¿por qué no te atreves a ver a mi amigo el muerto?
-No me gusta ver a los dijuntos, porque después los sueños.
-Pobre tú, veo que eres pobre y ahora estás  sufriendo más por la pérdida  de tu  yegua. 
-Si siñor, soy bien pogresito.
-Bien,  te lo diré. Puedes encontrar tu yegua en el siguiente poblado.  Solo  que hasta mañana al mediodía la encontrarás atada a un árbol,  frente a una casa de  adobes.  Entra a esa casa y di que tú eres el dueño, y te la devolverán.
-Gracias siñor, voy a comenzar el camino para llegar mañana.

Pruncio Chirivisco dejó al hombre junto al cadáver, y prosiguió el viaje. 
La  noche lo alcanzó en el camino y por la oscuridad reinante, pernoctó al pie de un árbol.
En toda la noche no durmió nada,  pues tan solo al cerrar los ojos empezaba a soñar a aquél cadáver.  Frente a una enorme fogata vio esfumarse la noche.  Llegada  la mañana siguió el viaje y al mediodía  llegó al poblado.  Desde lejos divisó su yegua atada a un árbol y se alegró. Entró en la casa, cuyas  puertas estaban abiertas, ya que la gente entraba y salía.  Se acercó  a un grupo  de personas que  velaban  un  difunto   y   después  de observarlo  detenidamente,   le pareció familiar. Vestía botas, pantalones de lona.  Las mujeres rezaban sus monótonos rezos.  Pruncio  evitaba verle la cara al difunto y tan solo miraba el cuerpo inanimado.
-¿Dónde he visto a un hombre con las mismas botas y el mismo pantalón? -, se preguntaba insistentemente en silencio.
  
Transcurrió un breve tiempo y la curiosidad lo dominó.
De pronto, cuando de reojo miró al “velado”, por poco lanza sus gritos de susto. Un mutismo profundo reinó en sus pensamientos. No salía de su asombro. Una fuerza extraña lo encadenaba al darse cuenta que el difunto no  era más que  aquel  cuatrero que encontró  frente a su propio cuerpo y que le indicó el lugar donde podría hallar su yegua.

Testigos oculares afirman que cayó al suelo y se retorcía, como si hubiese sido poseído por el espíritu del fallecido.  Cuando ya estaba un poco sosegado, contaba espantado aún, que ese “finadito” le había  ayudado  a dar con su yegua.

jueves, 15 de septiembre de 2016

UN DÍA COMO HOY NACIÓ DON MARIO MONTEFORTE TOLEDO (15 de septiembre de 1911-4 de septiembre de 2003)

UN DÍA COMO HOY NACIÓ DON MARIO MONTEFORTE TOLEDO
(15 de septiembre de 1911-4 de septiembre de 2003)


Cuando leí  la novela  “Llegaron del mar”,  inspirada en la literatura indígena guatemalteca,  me interesé en conocer más sobre  el narrador, poeta, ensayista e intelectual guatemalteco, Mario Monteforte Toledo. Posteriormente,  aprecié su obra teatral “La noche de los cascabeles” en el Paraninfo Universitario, de manera que fui acercándome más a la obra y vida de este guatemalteco insigne. Y entonces reflexiono y me cuestiono de porqué en nuestro país poco se lee a este autor, cuando es, según algunos, el segundo mejor novelista  guatemalteco.  La única vez que vi a Mario Monteforte, fue en la película “Donde acaban los caminos”. Y, como es natural, le admiré más. En poesía escribió: Barro (1932) Cabagüil (1946). En narrativa: Anaité (su primera novela, 1946) Biography of a fish (1943) Casi todos los cuentos (1973) Cuentos de derrota y esperanza (1962) Donde acaban los caminos (novela 1953) Entre la piedra y la cruz (considerada su mejor novela, 1948) La cueva sin quietud (cuentos, 1949) Los desencontrados (1976) Una manera de morir (1957) Unas vísperas muy largas (1989) Pascualito (cuento para niños, 1991) La isla de las navajas (1992) y la ya citada. En teatro El santo de fuego (1976, 1987) Los gringos (1976). Y en ensayo: Centroamérica, dependencia y subdesarrollo (2 volúmenes, 1983) El control de cambios (1938) Guatemala - monografía sociológica (1959 - 1965) Las piedras vivas (1949, 1965, 1984) Los partidos políticos de Iberoamérica (1961) Los signos del hombre (1984) Mirada sobre Latinoamérica (1971) Pintor, gota de arte (1949) Tres ensayos al servicio del mundo que nace (1966) Y llegaron de mero México (1966) Literatura, ideología y lenguaje (1983) Las formas y los días - El barroco en Guatemala (1989) Palabras del retorno (1992)

Don Mario Monteforte   fue Ministro del gobierno de la Revolución en 1944, además, fue presidente del Congreso, Vicepresidente de la República y Embajador de la ONU, durante el gobierno democrático. Estuvo 35 años exiliado.  Fue académico de la UNAM, México. Para incentivar a los nuevos valores en la literatura nacional, creó el Premio Mario Monteforte Toledo. Con el libro "La Puerta Blanca".


Tanto este autor, como muchos otros, siguen en el anonimato. Urge hacer algo.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

OFRENDA A JACOBO ÁRBENZ GUZMÁN Por Elder Exvedi Morales Mérida 14 de septiembre de 1997

OFRENDA A  JACOBO ÁRBENZ GUZMÁN
Por Elder Exvedi Morales Mérida 14 de septiembre de 1997


Recibe,
hermano mío,
Soldado del Pueblo,
este puñado de versos,
este humilde coro
de pájaros ilusos…

Recibe,
amigo mío,
Coronel de la Primavera,
este manojo de versos,
este sendero tejido con estrellas,
esta arboleda eterna
y canora…

Es cierto que siento
el peso de la angustia
de mi pueblo desamparado
que aún no despierta
de su letargo…
pero vengo,
hermano Jacobo  Árbenz Guzmán,
a depositar en el pensil de tu memoria
mi canto recién inaugurado.

Sí,
lo sé,
me recordarás que la patria
¡Oh coronel de la Primavera!
fue golpeada arteramente
por esas bestias disfrazadas
con uniforme
de primera comunión…
Pero la historia,
hermano mío,
ya te absolvió.

Las farsas,
las mentiras
y la historia prostituida
 se han desvanecido.

Aunque el maldito cáncer
se esparció
y vagabundeaba por todos los senderos
de nuestra patria,
aún hay sueños que soñar,
cantos que cantar,
caminos que edificar.

Sí,
me dirás,
hermano mío,
que tantos sueños mutilados
aún se mofan de nosotros,
pero recuerda
que perdimos la batalla
mas no la guerra.

¡Aún hay caminos que caminar!

Recibe pues,
hermano mío,
Soldado del Pueblo,
Coronel de la Primavera,
¡Bendito hijo de Guatemala!
y de la libertad,
mi canto
de marimba milenaria
e incendiaria.



A JACOBO ÀRBENZ GUZMAN Por Elder Exvedi Morales Mérida. 14 de septiembre de 1995

A  JACOBO ÀRBENZ GUZMAN
Por Elder Exvedi Morales Mérida. 14 de septiembre de 1995

Jacobo Árbenz,
escucho tu nombre
con el corazón
y canto
y lloro.

Pronuncio tu nombre
en cada esquina
de mi patria crucificada,
ensangrentada
y  por los viles pisoteada.

De pie,
ante el pueblo huérfano,
que continúa el camino al abismo,
con su cruz a cuestas,
lloro
y te evoco
y maldigo tanta podredumbre.



Jacobo Árbenz,
amante de la libertad,
mira al pueblo humillado
bajo el mismo yugo;
mira la  geografía de la patria
atestada de cruces.

Jacobo Árbenz,
sé que te duele
la mudez del pueblo;
sé que te mortifica su cobardía,
su analfabetismo,
su sordera
y su ceguera,
y por eso cantamos
por la misma herida.

Pero todo eso cambiará,
lo sé,
me lo dice la tierra,
me lo dice el corazón,
y entonces,
solo entonces,

¡Oh Soldado del Pueblo!
reiremos,
como nunca lo hemos hecho,
y volveremos,
compañero,
a inaugurar,

nuevos amaneceres.

viernes, 2 de septiembre de 2016

EL ESPANTO DEL CAMINO


EL ESPANTO DEL CAMINO
FUENTE: Relatos de Santa Ana Huista.
Elder Exvedi Morales Mérida. 1994


Todas las tardes retornaba a la aldea  Monajil, procedente de Santa Ana Huista, donde distribuía  el  milenario “guaro”, licor hecho a base de caña de azúcar.

-No camine muy tarde don Suspiro Azadón, estos días están jodidos.             Lo puede matar el ejército o la guerrilla. Ya  ve usté como está rejodida la situación -, le aconsejaba una anciana, que era una de sus mejores clientes.

Era el año de 1981, la época más sangrienta para Santa Ana Huista.

-¿Pa´ onde vá  don Suspiro Azadón?
-Para  Huista-.*
-Ah,  entonces que se vaya mi patojo con usté, así  se hacen compañía ambos dos.
-Está bien- , replicó el “cushero”.

El distribuidor del licor retornaba  por la tarde o a altas horas de la noche, alumbrándose  con un manojo de ocote y con la luz de la luna.
En esa época asesinaron a mucha gente, aún así, se mantenía con la misma faena.
-Si me muero, muero trabajando -, decía continuamente, cuando le aconsejaban ya no caminar a “altas horas”.

-Usté don Suspiro Azadón,  ¿por qué no le da miedo caminar solo y muy tarde? -, le preguntó  una vez Juan Huista.
-Porque tengo quien me cuide, es un cuate bien calidá -, respondió  orgulloso.
-¿Dios?
-No.
-¿Entonces quién?
-El policía que cuida el camino pa Monajil. El siempre está  allí parado y a veces me encamina hasta mi ranchito -, explicó, viendo Juan Huista que había  cambiado  de color, al oír la respuesta.
¿Un policía dice usté?
-Sí.
¿Usté no sabe quién es?
-No.
-A él lo mató la guerrilla antes que usté viniera a vivir a Monajil, y sale a espantar a la gente.

El pobre Suspiro Azadón,  al darse cuenta que siempre hablaba con un difunto, sintió que el cuerpo no le respondía y cayó desmayado.

*La gente acostumbraba a decir pueblo o Huista, no Santa Ana, posiblemente por ser sino el primer pueblo fundado por los españoles, uno de los primeros de la región.