LA SIGUANABA Y JUAN
HUISTA
-Usté
Juan Huista-solía decirle doña Toluca-, tenga cuidado; me he dado cuenta que
usté viene a altas horas de la noche y de repente le va a salir la Siguanaba y lo va a joder.
-Gracias
doña Toluca, pero yo no creo en esas babosadas.
-Que
conste que se lo dije, allá usté…
No
le puso atención a sus recomendaciones y continuó saliendo por las noches a ver
a la Nila, una de sus tantas amantes.
En
cierta oportunidad que regresaba desde el cantón Florida como a las dos de la
madrugada, con unos cuantos tragos entre pecho y espalda, le sucedió algo que
jamás olvidaría.
Venía
contento, cantando, chiflando. Cuando cruzó
el pequeño puente de madera que hacía resonar con fuerza las pisadas de
su cabalgadura, el caballo empezó a dar muestras de desasosiego.
Desde
ese lugar vio que en el río Huista se encontraba una mujer bañándose. La fémina vestía de blanco y era
hermosa. El viento jugueteaba con su cabello largo. Y su curvilíneo cuerpo era tan notorio, que el vestido blanco
parecía un jirón de neblina.
El
caballo se resistía a continuar el camino.
-Vamos-,
le ordenó, pero el equino no obedeció.
En
ese momento, la mujer lo vio y Juan Huista,
al verle la cara de caballo flaco y los ojos rojos, como tizones
candentes, aterrado, perdió el conocimiento,
y cayó del alazán.
Dos
cazadores vieron lo que sucedió y lo auxiliaron. De lo contrario, la Siguanaba
se lo hubiera ganado.
Y
el pueblo supo que la Siguanaba estaba cerca, haciendo de las suyas, porque
escuchó sus horripilantes gritos cuando huía.
Huista: Un viaje a
través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.
No hay comentarios:
Publicar un comentario