martes, 31 de mayo de 2016

EL PESO DE LA CULPA

EL PESO DE LA CULPA
Autor: Elder Exvedi Morales Mérida. (29-10-2010)
A mi hermano  Rodrid Adalid.

Se desarrolla en una sala ostentosa.  En centro izquierda, puerta a calle; en centro derecha, puerta a cocina y a habitaciones.  Se escucha alguna canción de moda.   Al abrirse el telón, Nila, empleada doméstica, huye de Nesho, también sirviente. De fondo la obra musical Romeo y Julieta, de Tchaikovsky.

ELENCO ARTÍSTICO EN ORDEN DE APARICIÓN:
NILA (Empleada doméstica)
NESHO (Sirviente. Dentadura incompleta.  Es un personaje divertido. Usa una gorra vieja)
ARMANDO: (Hermano de Juan de Dios.  40 años. Viste traje completo. Empresario)
JUAN DE DIOS (35 años. Viste traje completo. Mustio, triste)
LOLO: (30 años. Moreno.  Es el mayordomo)
CELESTE: (28 años. Alta, delgada. Bella. Académica. Maquillada. Luce vestido de gala)

ACTO I
ESCENA 1

NILA: (Amenazando con una escoba) Nesho, se me acerca más y lo garroteo.
NESHO: Lo escobeo, dirá,  mi pior es nada.
NILA: Mi pior es nada será la guayaba. Yo y usté no somos nada. Nanais Nesho.
NESHO: ¿Y usté cree que yo soy fácil y que me entrego así por así?
NILA: Con esa tal Petronila si es un regaladote.
NESHO: ¿Está celosa vaaa mi Nila?
NILA: Mí, será, usté sholco atarantado.
NESHO: Tampoco sea tan diunavez conmigo.
NILA: ¿Cómo así?
NESHO: Toda despeltrada.
NILA: Me vuelve a decir despeltrada y le doy un pico.
NESHO: ¿Un qué?
NILA: No, nada. (Al público) Zonzo y sordo.
NESHO: ¿Qué dice?
NILA: Nada.
NESHO: Quien no nada, se ahoga.
NILA: Chiflado. Mejor vaya a ver si ya puso la cocha porque yo tengo mucho que hacer, y solo viene a quitar mi tiempo.  Ojalá viniera a algo bueno…
NESHO: Vengo, lo que pasa que usté solo babosadas es.
NILA: No diga malas palabras pué.
NESHO: Ta bueno pué.
NILA: Okey.
NESHO: Pues sí…
NILA: Pues si ¿qué?
NESHO: No sea desabrida y hágame suyo.
NILA: Pero usté no se anima.
NESHO: Lo que pasa es que tampoco voy  a ser fácil.
NILA: Entonces váyase para allá con la consiama…
NESHO: ¿Qué consiama?
NILA: La consiama.
NESHO: Ah, la consiama.
NILA: Esa despeltrada de la consiama.
NESHO: Pero no la trate así.
NILA: ¿A quién?
NESHO: A la consiama.
NILA: Ah, esa consiama.
NESHO: Pues sí.
NILA: Pues no.
NESHO: Pues no  pué.
NILA: A usté no se le entiende nada.
NESHO: (Se le acerca. La toma de la cintura) Usté sí que es lamida.
NILA: ¿Por qué lo dice?
NESHO: Porque me tiene cacheteando el pavimento.
NILA: Ya va a comenzar a decir sus versos.
NESHO: Si por usté me volví poeta.
NILA: Le voy a adelantar un beso y mañana sí le cumplo.
NESHO: Tacaña que es. Un beso es poco. Usté todo lo da por abonos.
NILA: Tiene razón mi pior es nada. Venga pue. (Va, cuando entra Armando)
ARMANDO: (Entrando) ¿Qué  pasa aquí?
NESHO: Na, na, nada.
NILA: (A Nesho) Tartajo. (A Armando) Nada don Armando. Solo jugábamos de tenta.
ARMANDO: (Consultando su reloj) ¿Ya está el almuerzo?
NILA: No, pero ya merito.
ARMANDO: Ve a la cocina,  termina con tus quehaceres, y deja de perder el tiempo.
NILA: Lo que usté ordene don Armando.  (A Nesho) Vamos. (Salen)
ARMANDO: (Marcando el teléfono) Aló, ¿Con Celeste? (Escucha) He querido hablar con Juan de Dios,  y él me esquiva. No sé qué le sucede. (Escucha) Siempre fue así. Un muro nos ha dividido siempre. (Escucha) Es mi hermano y lo quiero. (Escucha) ¿A mí? (Escucha) Yo tengo que irme y quiero reconciliarme con mi hermano. (Escucha) Es un viaje, un viaje… (Escucha) No quiero darte detalles de mi viaje, discúlpame. (Escucha) Aquí estoy demás. Soy un estorbo. Nada tengo que hacer. (Escucha) Gracias, pero no... (Escucha) Dile que quiero hablar con él. (Escucha) Bueno, si él así lo quiere, ya no insistiré. (Escucha) Dile que es mi hermano y que lo quiero. Que le deseo lo mejor,  y que sea feliz. (Escucha) No, ya es tarde.  Sean felices. Cuídalo por favor. Dile que lo quiero y que perdone si alguna vez lo ofendí y que siempre quise saber por qué un maldito muro nos dividió. (Escucha) El no ha querido hablar conmigo. Siempre que lo busco, me elude y huye de mí. (Escucha) Me hubiera gustado reconciliarme con él, para que mi viaje no sea tan triste, para que mi despedida no sea tan terrible… (Escucha) No, no quiero con nadie más que no sea mi hermano. (Escucha) Te agradezco, pero no. (Escucha) Por favor, te lo repito: dile que lo quiero y que, por favor, sea feliz. (Escucha) Adiós.
CAE TELÓN

ACTO  II
ESCENA I
La misma sala ostentosa.  Un ramo de rosas sobre mesa de centro. En derecha abajo, una mesa,  y, sobre ella, una botella de vino, con su respectiva copa.  En centro izquierda, puerta a calle; en centro derecha, puerta a cocina y a habitaciones.  De fondo la obra musical Romeo y Julieta, de Tchaikovsky.   Al abrirse el telón, Juan de Dios, de pie, en derecha abajo. Bebe vino.


LOLO: (Entrando) Don Juan de Dios, disculpe la molestia.
JUAN DE DIOS: (Irritado. Da un puñetazo  a la mesa) ¿Qué quieres? ¿No te ordené que me dejaras solo?
LOLO: Es que su prometida, la señorita Celeste lo busca.
JUAN DE DIOS: Dile que no estoy. (Bebe otra copa)
LOLO: Pero es que…
JUAN DE DIOS: Déjame solo.
LOLO: Entonces…
CELESTE: (Entrando) ¿Por qué me esquivas? ¿Por qué te alejas de mí?
LOLO: Compermiso. (Hace mutis)
JUAN DE DIOS: Déjenme solo. No quiero saber de nada ni de nadie.
CELESTE: ¿Y tampoco de mí?
JUAN DE DIOS: Tampoco. (Pausa) Sé feliz.
CELESTE: La muerte de tu hermano lo cambió todo. Antes eras amoroso, tierno, detallista y, ahora…
JUAN DE DIOS: Ahora soy, tan solo, una piltrafa humana. (Inclina la cabeza) Llevo sobre mis hombros una cruz negra, pesada, terrible.  (Viéndose las manos)  Mis manos están manchadas de sangre (Se las limpia simbólicamente en su traje)  Mi conciencia está tachonada de una música amarga, fúnebre, maldita. (Se sirve otra copa. Bebe con avidez)
CELESTE: Ya no tomes, el vino en nada te ayudará.
JUAN DE DIOS: El se sentía en un  callejón sin salida,  y yo me quedé de brazos cruzados y guardé silencio, cuando debí  haberle preguntado: Hermano, ¿qué te pasa? ¿En qué puedo ayudarte?  Pero no, mi maldita indiferencia fue el enorme muro que nos separó.  (Pausa) El estaba solo, solo, muy solo.
CELESTE: (Acercándose, le toma la mano. El se aleja) Permíteme ayudarte.
JUAN DE DIOS: (A izquierda abajo) No, ahora yo estoy en un callejón sin salida y no quiero saber nada del mundo. El peso de la culpa me ha robado la sonrisa, ha marchitado mis sueños,   ha hecho trizas mi fe,  y mi vida es ahora tan solo una hoja seca que el viento arrastra sin misericordia al peor de los abismos.
CELESTE: Tú no tienes la culpa de su muerte.
JUAN DE DIOS: (Irritado) Sí la tengo, porque pude haber salvado su vida. Era mi hermano, ¿lo entiendes?  Era mi hermano, era mi hermanito…
CELESTE: El tomó la aciaga decisión de jalar el gatillo y de…
JUAN DE DIOS: Cállate, cállate, ya no quiero seguir escuchándote. El pasado es una maldita noche que me hunde su puñal tenebroso,  y solo quiero cerrar mis ojos, quiero  irme ya.
CELESTE: Si te sientes culpable, seguramente Dios y él te han perdonado.
JUAN DE DIOS: Dios y él sí, mas no yo. Yo jamás me perdonaré porque pude haber salvado al único familiar que me quedaba y…
CELESTE: No eres culpable.
JUAN DE DIOS: Era mi hermano, era mi hermano. (Va hacia habitaciones)
CELESTE: ¿Qué haces? Espérame. (Va tras él. Se oye un disparo) Nooooooooooo
(Se oye, de nuevo, Romeo y Julieta, de Tchaikovsky, en crescendo)

CAE TELÓN
FIN



viernes, 27 de mayo de 2016

EL EXORCISMO

EL EXORCISMO
Fuente: Huista: Un viaje a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.

Es martes. Cielo despejado. Son las ocho de la mañana, cuando muchas personas corren hacia la humilde vivienda de Tiófilo.
-¿Qué sucede?-, pregunta Juan de Dios a Zacarías que llega de ordeñar.
-Tiófilo está mal otra vez.
Y Juan Huista, John y Juan de Dios también se dirigen hacia la casa del joven aludido. 
Tiófilo es joven. Delgado de contextura, con la frente limpia, sobre la cual se alza el oscuro cabello echado hacia atrás; cejas arqueadas, espesas y negras, ojos grandes y salientes como si se escaparan de las órbitas; nariz pequeña, boca grande, de labio inferior grueso y caído, ornado por un bigote recortado en los extremos. Siempre mal vestido.
El sacerdote fue el primero en llegar.
-El patojo le abrió las puertas al demonio-dice, y agrega: por medio del pecado, mediante la práctica del ocultismo, la lectura de cartas, por adorar a Maximón y por el juego de la güija. No, si este patojo cabrón tiene sus mañas, pero la nana es alcahueta.
El párroco llegó convenientemente armado: Una Biblia, una estola morada, un crucifijo engastado con la medalla de San Benito, agua bendita y un aceite especial –óleo de los catecúmenos mezclado con el que se emplea en el sacramento de la unción de los enfermos-.
Ya en camino, dijo que cuando un religioso autorizado por su obispo detecta el caso de una persona endemoniada, procede a efectuar el ritual, pero, que en este caso, por emergencia, él haría lo que estuviera en sus posibilidades.
Cuando llegó, solamente la madre de Tiófilo estaba con él. Los demás miembros de la familia estaban con los curiosos, con los noveleros en la calle.
Y empezó la batalla contra Satanás.
El poseído estaba fuertemente atado con alambre a un horcón de la humilde casa.
-Andate maldito- se oyó una voz horripilante.
-En el nombre del Señor Jesucristo me preparo para la batalla contra Satanás-, dijo con autoridad el cura.
-¡Cura, andate ya! ¡Callate, callate, callate!-interrumpe el poseso, con sus ojos bien abiertos. Luego grita a todo pulmón. Las palabras soeces afloran. Amenaza al cura. Lo escupe. Lo vomita.  Está irritado. Está furioso.  El sacerdote lo ignora. Sigue con el ritual. Con autoridad, lo persigna una y otra vez. Eso irrita más al maligno.
-¡Ya basta! ¡Alagranputa!-, grita.
Afuera, la gente, escuchando horrorizada, y no se aleja. Puede más la curiosidad. 
Pasa lentamente el tiempo y al fin llega el momento para el Praecipio Tibi, una oración decisiva.
-Espíritu inmundo, escúchame: por los misterios de la encarnación, pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo; por la misión del Espíritu Santo; por el regreso de Nuestro Señor para el  Juicio, te ordeno que me digas tu nombre. Obedéceme. Te lo ordeno en el nombre de mi Señor Jesucristo.
El poseso se agita. Gime.
El cura presiona: Espíritu maligno, ¡te exorcizo en el nombre de mi Señor Jesucristo!  ¡Despréndete y huye del cuerpo de esta criatura de Dios!
Afuera, la gente tiembla. Unos rezan, otros lloran. Y algunos bromean.
El cura continúa: ¡En el nombre de mi Salvador Jesucristo te ordeno que dejes el cuerpo de esta criatura de Dios!
Al instante, los ojos del poseído se vuelven hacia atrás. Su cabeza cuelga en el respaldo de la silla. Grita. Se queja. Se orina. Se defeca. Maldice. Blasfema.
La situación es aterradora.   La madre del poseído lo sujeta con fuerza. Los alambres amenazan con romperse. El cuerpo enclenque de Tiófilo Mañas, como le apodan, sangra. El horcón tiembla.
Satanás está desencadenado y no cede ante las palabras. El sacerdote no claudica. 
La dura batalla continúa. El cura insiste con autoridad en saber el nombre del demonio. Sabe  perfectamente el religioso que si tiene un nombre bíblico, como  Baal, Belzebú, Asmodeo, Satanás o Lucifer, es más fuerte.
El exorcismo continúa:
-¿Cómo te llamás?
El poseso gesticula. Segrega abundante saliva. Vomita. Llora. Grita.
El religioso piensa: si revela cómo se llama, es señal de que está casi derrotado.
-Te ordeno me digás tu nombre-, reclama el cura.
Y el poseso, con una voz grave y escalofriante responde: ¡Soy Lucifer!
El cura se aterra. Sin embargo, sigue   mostrando autoridad.
-Lucifer, por la fuerza del Espíritu Santo, salí de este siervo de Dios. Te lo ordena el poder de Aquel  que te sometió con su cruz.
Los alambres que lo ataban al horcón de mora se rompen.
El poseído cae. La madre cae también. Está exhausta, pero sigue en la batalla. En el suelo el endemoniado se agita aún más. Muestra una fuerza descomunal, impropia de alguien de su complexión física. Escupe sapos y culebras.
Afuera, ha cundido el terror.
El religioso continúa:
-¡Lucifer! ¡Deja este cuerpo   en el nombre de Dios!
Grita. Blasfema. Maldice. Llora. Se orina. Se defeca. Se pedorrea.
Luego, hay una prolongada calma.
El cura está sumamente agotado. Si desfallezco, también me gana el demonio, piensa.
El exorcismo continúa.
Pasa una hora, un siglo, en realidad…
 Tiófilo ya no está poseído.  Al fin, Tiófilo Mañas, es liberado,  pues hay ocasiones que hay que hacer varios exorcismos por varios días, incluso años.
Al rato, en un tapexco, Tiófilo duerme profundamente. Descansa. Reposa.
La pestilencia es tan fuerte, que los noveleros se tapan la nariz a cada ratos.
Y la madre de Tiófilo, de rodillas, sigue agradeciendo a Dios.
El sacerdote sale, y en la puerta de la humilde vivienda, dice a los presentes:
-Cuando Jesucristo está con nosotros, Satanás tiene que batirse en retirada. Sabe que no puede lograr sus negros y shucos propósitos.  Por eso hijos, teman y amen al Señor.
-Amén-, responden todos.
El padre se va. La gente también.
Desde ese entonces, Tiófilo dejó esas oscuras prácticas.
John escribe en su libreta y fotografía el lugar de los hechos.  Está aterrado también.
-Vamos  a tomar una copa de comiteco, para calmar los nervios-, invita Juan Huista.
-Hoy sí hay justificación-, replica Juan de Dios.
-Siempre la hay-, remata John.
Y van.


*Derechos del autor reservado.

jueves, 26 de mayo de 2016

JUAN IXTE


JUAN IXTE
Fuente: Huista: Un viaje a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.

Como  perro, todas las noches salía al patio a ladrar, tensando sus orejas  hacia adelante como si viera  cosas…Visiones diabólicas. Se rascaba las pulgas. No dejaba dormir a ningún vecino.
De esto, doña Leocadia  decía a todos:
-Los chuchos que laten todas las noches, tienen visiones y pueden ver cosas extrañas…Pobres chuchos.
Juan Ixte, que había escuchado esto, quiso comprobarlo cierta tarde y agarró a su esquelético perro  y le desprendió de sus ojos los verdes cheles que le fluían con abundancia.   Luego Juan los untó a sus ojos. Al rato comenzó a ver cosas extrañas inquietando  no solo   al vecindario sino a toda la región Huista. Sus alarmantes gritos nocturnos llenaban de pánico  a todos.
-¡Aaayyy! ¡Aaayyy! Ahí viene, defiéndanme.
¡Uuuuyyy! Me persigue.
Todas las noches, sus gritos atizaban más a la chuchada.
Juan Ixte enflaqueció y murió.

-Y es que eso de untarse en los ojos los cheles de los chuchos que ven visiones por las noches, es fregado-, redundaba  doña Leocadia.

EL EXORCISMO

EL EXORCISMO
Fuente: Huista: Un viaje a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.

Es martes. Cielo despejado. Son las ocho de la mañana, cuando muchas personas corren hacia la humilde vivienda de Tiófilo.
-¿Qué sucede?-, pregunta Juan de Dios a Zacarías que llega de ordeñar.
-Tiófilo está mal otra vez.
Y Juan Huista, John y Juan de Dios también se dirigen hacia la casa del joven aludido. 
Tiófilo es joven. Delgado de contextura, con la frente limpia, sobre la cual se alza el oscuro cabello echado hacia atrás; cejas arqueadas, espesas y negras, ojos grandes y salientes como si se escaparan de las órbitas; nariz pequeña, boca grande, de labio inferior grueso y caído, ornado por un bigote recortado en los extremos. Siempre mal vestido.
El sacerdote fue el primero en llegar.
-El patojo le abrió las puertas al demonio-dice, y agrega: por medio del pecado, mediante la práctica del ocultismo, la lectura de cartas, por adorar a Maximón y por el juego de la güija. No, si este patojo cabrón tiene sus mañas, pero la nana es alcahueta.
El párroco llegó convenientemente armado: Una Biblia, una estola morada, un crucifijo engastado con la medalla de San Benito, agua bendita y un aceite especial –óleo de los catecúmenos mezclado con el que se emplea en el sacramento de la unción de los enfermos-.
Ya en camino, dijo que cuando un religioso autorizado por su obispo detecta el caso de una persona endemoniada, procede a efectuar el ritual, pero, que en este caso, por emergencia, él haría lo que estuviera en sus posibilidades.
Cuando llegó, solamente la madre de Tiófilo estaba con él. Los demás miembros de la familia estaban con los curiosos, con los noveleros en la calle.
Y empezó la batalla contra Satanás.
El poseído estaba fuertemente atado con alambre a un horcón de la humilde casa.
-Andate maldito- se oyó una voz horripilante.
-En el nombre del Señor Jesucristo me preparo para la batalla contra Satanás-, dijo con autoridad el cura.
-¡Cura, andate ya! ¡Callate, callate, callate!-interrumpe el poseso, con sus ojos bien abiertos. Luego grita a todo pulmón. Las palabras soeces afloran. Amenaza al cura. Lo escupe. Lo vomita.  Está irritado. Está furioso.  El sacerdote lo ignora. Sigue con el ritual. Con autoridad, lo persigna una y otra vez. Eso irrita más al maligno.
-¡Ya basta! ¡Alagranputa!-, grita.
Afuera, la gente, escuchando horrorizada, y no se aleja. Puede más la curiosidad. 
Pasa lentamente el tiempo y al fin llega el momento para el Praecipio Tibi, una oración decisiva.
-Espíritu inmundo, escúchame: por los misterios de la encarnación, pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo; por la misión del Espíritu Santo; por el regreso de Nuestro Señor para el  Juicio, te ordeno que me digas tu nombre. Obedéceme. Te lo ordeno en el nombre de mi Señor Jesucristo.
El poseso se agita. Gime.
El cura presiona: Espíritu maligno, ¡te exorcizo en el nombre de mi Señor Jesucristo!  ¡Despréndete y huye del cuerpo de esta criatura de Dios!
Afuera, la gente tiembla. Unos rezan, otros lloran. Y algunos bromean.
El cura continúa: ¡En el nombre de mi Salvador Jesucristo te ordeno que dejes el cuerpo de esta criatura de Dios!
Al instante, los ojos del poseído se vuelven hacia atrás. Su cabeza cuelga en el respaldo de la silla. Grita. Se queja. Se orina. Se defeca. Maldice. Blasfema.
La situación es aterradora.   La madre del poseído lo sujeta con fuerza. Los alambres amenazan con romperse. El cuerpo enclenque de Tiófilo Mañas, como le apodan, sangra. El horcón tiembla.
Satanás está desencadenado y no cede ante las palabras. El sacerdote no claudica. 
La dura batalla continúa. El cura insiste con autoridad en saber el nombre del demonio. Sabe  perfectamente el religioso que si tiene un nombre bíblico, como  Baal, Belzebú, Asmodeo, Satanás o Lucifer, es más fuerte.
El exorcismo continúa:
-¿Cómo te llamás?
El poseso gesticula. Segrega abundante saliva. Vomita. Llora. Grita.
El religioso piensa: si revela cómo se llama, es señal de que está casi derrotado.
-Te ordeno me digás tu nombre-, reclama el cura.
Y el poseso, con una voz grave y escalofriante responde: ¡Soy Lucifer!
El cura se aterra. Sin embargo, sigue   mostrando autoridad.
-Lucifer, por la fuerza del Espíritu Santo, salí de este siervo de Dios. Te lo ordena el poder de Aquel  que te sometió con su cruz.
Los alambres que lo ataban al horcón de mora se rompen.
El poseído cae. La madre cae también. Está exhausta, pero sigue en la batalla. En el suelo el endemoniado se agita aún más. Muestra una fuerza descomunal, impropia de alguien de su complexión física. Escupe sapos y culebras.
Afuera, ha cundido el terror.
El religioso continúa:
-¡Lucifer! ¡Deja este cuerpo   en el nombre de Dios!
Grita. Blasfema. Maldice. Llora. Se orina. Se defeca. Se pedorrea.
Luego, hay una prolongada calma.
El cura está sumamente agotado. Si desfallezco, también me gana el demonio, piensa.
El exorcismo continúa.
Pasa una hora, un siglo, en realidad…
 Tiófilo ya no está poseído.  Al fin, Tiófilo Mañas, es liberado,  pues hay ocasiones que hay que hacer varios exorcismos por varios días, incluso años.
Al rato, en un tapexco, Tiófilo duerme profundamente. Descansa. Reposa.
La pestilencia es tan fuerte, que los noveleros se tapan la nariz a cada ratos.
Y la madre de Tiófilo, de rodillas, sigue agradeciendo a Dios.
El sacerdote sale, y en la puerta de la humilde vivienda, dice a los presentes:
-Cuando Jesucristo está con nosotros, Satanás tiene que batirse en retirada. Sabe que no puede lograr sus negros y shucos propósitos.  Por eso hijos, teman y amen al Señor.
-Amén-, responden todos.
El padre se va. La gente también.
Desde ese entonces, Tiófilo dejó esas oscuras prácticas.
John escribe en su libreta y fotografía el lugar de los hechos.  Está aterrado también.
-Vamos  a tomar una copa de comiteco, para calmar los nervios-, invita Juan Huista.
-Hoy sí hay justificación-, replica Juan de Dios.
-Siempre la hay-, remata John.
Y van.


LA SIGUANABA Y JUAN HUISTA

LA SIGUANABA Y  JUAN  HUISTA

-Usté Juan Huista-solía decirle doña Toluca-, tenga cuidado; me he dado cuenta que usté viene a altas horas de la noche y de repente le va a salir la  Siguanaba y lo va a joder.
-Gracias doña Toluca, pero yo no creo en esas babosadas.
-Que conste que se lo dije, allá usté…

No le puso atención a sus recomendaciones y continuó saliendo por las noches a ver a la Nila, una de sus tantas amantes.

En cierta oportunidad que regresaba desde el cantón Florida como a las dos de la madrugada, con unos cuantos tragos entre pecho y espalda, le sucedió algo que jamás olvidaría.  
Venía contento, cantando, chiflando. Cuando cruzó   el pequeño puente de madera que hacía resonar con fuerza las pisadas de su cabalgadura, el caballo empezó a dar muestras   de desasosiego.
Desde ese lugar vio que en el río Huista se encontraba una mujer  bañándose. La fémina vestía de blanco y era hermosa. El viento jugueteaba con su cabello largo. Y su curvilíneo cuerpo  era tan notorio, que el vestido blanco parecía un jirón de neblina.
El caballo se resistía a continuar el camino.

-Vamos-, le ordenó, pero el equino no obedeció.

En ese momento, la mujer lo vio y Juan Huista,  al verle la cara de caballo flaco y los ojos rojos, como tizones candentes, aterrado, perdió el conocimiento,  y  cayó del alazán.

Dos cazadores vieron lo que sucedió y lo auxiliaron. De lo contrario, la Siguanaba se lo hubiera ganado.


Y el pueblo supo que la Siguanaba estaba cerca, haciendo de las suyas, porque escuchó sus horripilantes gritos cuando huía.



Huista: Un viaje a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Y LA VERDAD NOS HARÀ LIBRES

Y  LA  VERDAD  NOS  HARÀ  LIBRES                                                                                           Autor: Elder Exvedi Morales Mérida                                                                                                                                    Ciudad de Guatemala,  noviembre de 1997

Se desarrolla en una sala de familia pudiente. A centro derecha, puerta a habitaciones. Puerta a calle, en centro izquierda. Al fondo, un jardín. Al abrirse el telón, aparece don Carlos Ixmatá, leyendo el periódico.

ELENCO ARTÍSTICO EN ORDEN DE APARICIÓN:
CARLOS: Padre.                                                                                                                                 MARIA: Madre.                                                                                                                         MARTA: Hija.                                                                                                                         GUSTAVO: Hijo.                                                                                                                       NESHITA: Empleada doméstica.                                                                                                ANCIANA: Vecina.
LUISA: Hija.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     RONY: Estudiante.                                                                                                                                                                                                                        ILSE: Estudiante.                                                                                                                                         LILY: Estudiante.


ACTO I
ESCENA I
MARÍA: (Entrando. Lleva un paño y sacude algunos objetos) Dejá de leer tanto vos, te vas a quedar choco. Ya ni chiste tenés…
CARLOS: Ay que informarse mijita.
MARÍA: Desde que aprendiste a leyer con Tavito, ya ni parás de leyer. Todo lo que mirás, lo leyes;  sos mero chifladito.
CARLOS: Por que vos no sabés leer, de lo contrario, sabrías que es un gran privilegio…
MARÍA: Sabrías será la guayaba, con las vergüenzas que he pasado cuando tengo necesidá y no sé lo que dicen esos garabatos.  La otra vez, en la farmacia, el que atiende le dijo a un patojito que leyera la receta y me quedé toda atarantada, porque leyó como si fuera un hombre grande.  Lástima que en mi pueblo, cuando era niña, no nos permitían ir a la escuela, pero a los hombres sí…
CARLOS: Pero ya no te lamentés: te he dicho que te puedo enseñar a leer y a escribir. Tavito también te ha ofrecido ese privilegio, porque es un privilegio saber leer y escribir. Es un gran regalo…
MARÍA: Pero si ya estoy vieja y  creo que ya voy a colgar los caites.
CARLOS: Nunca es tarde para aprender mijita…
(Suena el teléfono. María responde)
MARÍA: Aló. Ay, mi Tavito, qué gusto escucharte. (Escucha)Si mijito, aquí está. (Escucha) Bueno puè, aquí te esperamos. (Escucha) Bueno pué…adiós (Dice adiós con la mano derecha)
CARLOS: ¿Ya viene Tavito?
MARÍA: Ya, acaba de salir de la universidá…
CARLOS: Universidad mijita, no te comás las palabras. Ojalá que por eso estuvieras gorda (Sonríen)
MARÍA: Chiflado. Y, ¿Qué leyés?
CARLOS: El artículo de un periodista que  siempre trata del conflicto armado en nuestro país. (Deja a un lado el periódico)
MARÍA: (Irritada) Harta estoy de ese tema.
CARLOS: Pero para ser libre mijita, debemos conocer la verdad.
MARÍA: Tenés razón. Aunque nos duela recordar ese pasado tan triste que nos tocó vivir en el pueblo.
CARLOS: Aunque la herida siga abierta, gritándonos tantos sufrimientos.

ESCENA II
MARTA: (Entrando de calle. Es estudiante) Buenas tardes papá.
CARLOS: (Colocando su mano derecha en la frente de Marta) Chanto hija.
MARTA: Buenas tardes mamá. (Abrazándose)
MARÍAA: Buenas tardes mija.
CARLOS: ¿Cómo te ha ido hija?
MARTA: Bien papá, bastante bien.  (Pausa)  ¿Pasa algo? Los veo un poco extraños.
MARÍAA: Hablando de lo que nos pasó en el pueblo estábamos cuando llegaste.
MARTA: Lo pasado pasado. Estamos en el presente. Es cierto que jamás debemos olvidar nuestros orígenes, pero no debemos vivir atados a un pasado triste, para que el resto de nuestra vida sea, por lo menos, un poco feliz.
CARLOS: Es muy sabio hija mía lo que has dicho.  Debemos recordar para conocer nuestras raíces, pues  es fundamental conocer la historia para poder entender los procesos que se dan en el presente.  
MARTA: Es imperativo tomar conciencia de nuestra realidad histórica para poder ver hacia delante, para poder ver hacia atrás, porque aquellos pueblos que no conocen su historia, están condenados a seguir cometiendo los errores del pasado, como ya lo dijo alguien.
MARÍA: Uy, ustedes, parecen políticos. (Todos ríen)
MARTA: Es necesario mirar hacia adelante y mirar hacia atrás, pero siempre en función del presente que nos ocupa; para comprender el presente y sus peculiaridades o dificultades; porque la historia se escribe volviendo la cara al pasado, y afrontando los desafíos del presente, con visión de futuro… (Gustavo entra y escucha detenidamente, sin que ellos se percaten de su presencia)
ESCENA III
GUSTAVO: Bravo, bravo, me alegra que mi familia filosofe con frecuencia.                                   MARÍA: Ay, mijito de mi corazón, qué bueno que ya viniste.  (Gustavo saluda a todos)                                                                                                                                      CARLOS: ¿Qué tal hijo?                                                                                                        GUSTAVO: Todo bien papá.                                                                                                   MARTA: Qué nos alegra.                                                                                                       GUSTAVO: ¿Y de qué hablaban si se puede saber?                                                           MARTA: Del conflicto armado interno en  Guatemala, del cual, tristemente, fuimos partícipes; mejor dicho, víctimas…                                                                                              GUSTAVO: Muy interesante, precisamente de eso hablaba con mis alumnos en la universidad. Imagínense, con el estallido del enfrentamiento armado interno en 1962, Guatemala entró en una etapa sumamente trágica y devastadora de su historia, de enormes costos en términos humanos, materiales, institucionales y morales. Un total de 42.275 víctimas. Combinando estos datos con otros estudios realizados sobre la violencia política en nuestro país, la Comisión para el Esclarecimiento Histórico estima que el saldo de muertos y desaparecidos del enfrentamiento fratricida llegó a más de doscientas mil personas.                                     
MARÍA: ¡Qué barbaridá…!                                                                                               CARLOS: Cuatrocientas cuarenta aldeas  fueron borradas del mapa, entre 1981 y 1983.                                                                                                                                      MARÍA: Por eso nos venimos a la ciudá para que no nos mataran. El pobre Carlos y yo trabajamos muy duro para que nada les faltara, y desde que  Tavito se graduó en la universidá, nos ha echado la mano, así compramos esta casa y vivimos bien, gracias a Tata Dios.                                                                                                                                                    GUSTAVO: Por eso es importante conocer la verdad, porque la verdad, como dice la Palabra de Dios, nos hace libre. (Como transformándose, como si fuera un gran orador, un gran estadista): Se necesita todo un esfuerzo de interesar a los guatemaltecos a conocer su historia, cuyo desconocimiento es uno de los factores más claros para facilitar la repetición de los mismos deslices del pasado.   La historia sirve para planificar el futuro, y evitar repetir los errores del pasado. Y es que nuestro pasado explica el presente.  Entonces pues, conocer la historia evita cometer errores.                                                                                                                            CARLOS, MARÍA Y MARTA: ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bien dicho!
ESCENA IV
NESHITA: (La empleada doméstica entra) Ya está el almuerzo.  Y les preparé la comida que más les gusta, que hasta van a chuparse los dedos, porque yo, señores y señoras, soy una buena cocinera. (Ríe) Bueno, si no lo digo yo, quien lo va a decir…                                                                                                                             GUSTAVO. Yo Neshita, porque es cierto que eres una buena cocinera y una gran persona.                                                                                                                              MARTA: Y por eso te amamos y te vemos como de la familia.                                                  NESHITA: Ay, tan rechulos que sos ustedes. Lástima que el Canuto no haya sido bueno conmigo: ya ven, solo me dejó una marimbita de güiros y se jué con otra atarantada. Pero ni modo, pa delante y no para tras como los cangrejos. (Tocan a la puerta)                                                            NESHITA: Compermiso, ojalá que no sea ese dundo de Canuto, porque ahora está que regrese  a sus brazos, que ahora sí me va a bajar las estrellas, la luna y el sol y… (Siguen tocando. Hace mutis. Todos ríen)
ESCENA V
(Nesha y la vecina anciana Teodora, entran)                                                                                         ANCIANA: Buenas tardes, compermiso.                                                                                                                                                                                                            TODOS: Buenas tardes doña Teodora, pase adelante.                                                         ANCIANA: Ya que pasaba cerca, porque fui a comprar unas cositas para preparar mi almuerzo, pensé en saludarles queridos vecinos. Porque ya no hay tiempo con tanto qué hacer.                                                                                                 MARIA: Pues vino a buena hora.                                                                                                     CARLOS: Está usted cordialmente invitada a que junto saboreemos la comida que ha preparado Neshita.                                                                                                                GUSTAVO: ¿Verdad Neshita?                                                                                                 NESHA: Yes. Digo sí. Ahorita me voy volando a colocar otro plato para doña Teodorita (Va).                                                                                                                ANCIANA: Qué pena, vine en  la mera hora del almuerzo. Pero como siempre he dicho: ustedes, la gente de pueblo, siguen siendo solidarios. Tienen muy buenas costumbres. Aunque la guerra los hizo sufrir mucho, no mató sus costumbres. Son trabajadores, honrados, acomedidos, agradecidos, amables, solidarios…                                                                      GUSTAVO: Es que debemos ver a nuestro prójimo como un hermano, y darle los mejores tratos.                                                                                                                                                                                  ANCIANA: Muy bien Tavito, así se dice. Ojalá todas las familias fueran como ustedes de buenas. Y como repito, aunque la guerra les hizo mucho daño, son buenas personas y les hace el bien a los demás, no importando como paguen. (Pausa) Cómo huele de rico.  ¿Es la comida de que tanto me han hablado?                                                                                                                         MARIA: Sí doña Teodorita. Vamos pues a comer.                                                                                      ANCIANA: A una sorda le dijo usted, con la chilllazón de tripas que tengo.                                                 TODOS: Vamos al comedor.
ACTO II                                                              
ESCENA I
Se desarrolla en la misma sala. Tocan a la puerta. Luisa, hija del matrimonio, abre. Posteriormente entra acompañada de  estudiantes universitarios.
LUISA: Tomen asiento.                                                                                                                                 RONY: Gracias licenciada.                                                                                                          ILSE: Muy amable.                                                                                                                           LILY: Gracias.                                                                                                                             LUISA: ¿En qué les puedo servir?                                                                                          RONY: Antes que todo, mil gracias licenciada por recibirnos y darnos parte de su valioso  tiempo. Le presento a mis compañeros: Ilse, Lily y yo, Rony.                                                     ILSE: Somos estudiantes universitarios, como usted sabe, y deseamos realizarle una entrevista.                                                                                                                                               LUISA: Será un placer.                                                                                                               LILY: Le suplicamos nos narre sobre la masacre del pueblo de donde son originarios, cuándo se vienen a la capital y todo lo referente al caso de su familia.
LUISA: Lástima que mis papás y mis hermanos no están, fueron al pueblo. Pero con gusto les narraré parte de nuestra historia.  (Consulta su reloj)  Antes de que llegue mi hora de irme al trabajo.                                                                           
 RONY: Si es tan amable. (Preparan bolígrafos y libretas y anotan)                                  
LUISA: Ese día de la tragedia, con mi familia habíamos ido al cementerio, pues el Día de los Santos se aproximaba. Al rato, llegó  el Ejército y ordenó que todos los pobladores se concentraran frente al edificio municipal. Un vecino que no obedeció la orden, fue acribillado a balazos en su propia casa. Entonces todos se aterrorizaron más. Un oficial gritó muy furioso que todos eran guerrilleros y tenían que pagar las  consecuencias. Inmediatamente, todos fueron obligados  a entran en el rancho que servía de salón de usos múltiples. Los niños lloraban. Los adultos rezaban. Y no faltó quien protestara. Ahí mismo eran asesinados todos aquellos que osaban rebelarse. Cuando nosotros oímos los primeros disparos, intuimos que la tragedia anunciada había llegado.  Pues bien, ya toda le gente encerrada, los soldados rosearon gasolina por todas partes, lanzaron granadas y le prendieron fuego al ranchón. Casi todos murieron achicharronados, como si fueran animales. Fue muy triste, muy terrible. Por eso tuvimos que venirnos y a base de mucho trabajo y esfuerzo, logramos sobrevivir y superarnos.  (Hace una pausa)
RONY: Es muy conmovedor su relato Licenciada.
ILSE: Impactante. Tantas tragedias que aún siguen en el anonimato.
LILY: Creo que es importante conocer la verdad, para no volver a ese pasado funesto.
RONY: Estoy de acuerdo contigo Lily: La verdad nos hará libres.
ILSE: Créame Licenciada: a usted y a su familia le admiramos porque son un buen ejemplo. Desde que leí un reportaje especial de esa tragedia, tuve acercamiento a ustedes.
LILY: Y me alegra que su pueblo haya resurgido de las cenizas. Sé que ahora se esfuerza por  ser feliz, y eso es loable.
LUISA: Gracias por esas palabras conmovedoras.
RONY: Creo que los guatemaltecos ya no debemos empuñar nunca más esas armas que derraman mucha sangre. Debemos respetarnos, tolerarnos, amarnos.
ILSE: Ojalá ya no inventen armas y que las que existen, las destruyan. En vez de armas, libros.
LILY: Creo que lo más importante para ya no volver al pasado, es amar a Dios, a nuestro prójimo y a nosotros mismo. Esa es la solución.
LUISA: Y estoy de acuerdo con usted Lily.
RONY: Bueno Licenciada, sabemos que tiene compromisos de trabajo, por lo que le dejaremos.
ILSE: Le agradecemos profundamente por su valioso tiempo.
LILY: Mil gracias de nuevo y nos solidarizamos con ustedes.
LUISA: Ha sido un honor. (Pausa) ¿A la universidad van ustedes?
RONY, ILSE Y LILY: Sí Licenciada.
LUISA: Pues les doy jalón. (Risas).
RONY, ILSE Y LILY: Muchas gracias.
LUSA: Vamos.
RONY, ILSE Y LILY: Vamos. (Salen)

                                  CAE EL TELÓN