jueves, 30 de abril de 2015

JUANITO

JUANITO
Por  Elder Exvedi Morales Mérida. (1993)


Amaneció.

En las ramas de los árboles trinan los pájaros. Los rayos del astro rey acarician las mejillas de los niños que en el parque se recrean.

Y ahí, sentado, Juanito, con su caja de lustre, tiene fe en que hoy sí habrá suficiente clientela, para, al menos, ganar el dinero  para comprarle las medicinas a su madre que está postrada en cama.

“Ojalá hoy sí gane unos centavos para  que mi mamita se cure del cáncer”, piensa, para sus adentros, el niño que sueña  en ser doctor para ayudar a todas aquellas personas que sufren alguna dolencia, y  son pobres.

Las horas pasan, y no hay clientela.

Una niña, de trece años de edad, que va a la escuela, le regala una  sonrisa, pero en los labios de Juanito  solamente hay silencio y amargura.

“Cada día vamos de mal en peor y pareciera que para Dios no existimos los pobres”, se lamenta.

Pasaron las horas y la tarde cayó  pronto y Juanito no pudo ganar siquiera un centavo,  y tampoco probó bocado.
Y tiene mucha hambre, pero no le queda más que aguantarse.

El cielo anuncia lluvias.
Toma su caja de lustre con una amargura inenarrable  y regresa al ranchito en donde vive con su madre y el cual amenaza con venirse abajo.

Después del largo camino, llega al ranchito.  Jala una pita y la puerta vieja de cedro se abre. Y, al fin, entra un puñito de luz y la oscuridad sale  corriendo, como chucho apaleado.

Se dirige al viejo catre.
-Ya vine mamita-, avisa, con voz quebrada.

No hay respuesta, solo silencio, silencio…

-Ya vine mamita-, anuncia de nuevo Juanito con la voz más quebrada.

Se acerca más y se lleva la terrible sorpresa  de ver que su madre ha muerto. 

¡Maldito el cáncer que te ha llevado!, grita, a todo pulmón.

Los ojos se le llenan de lágrimas  y el alma de la angustia más colosal.

Llueve.

La tarde es triste, muy triste.


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