Y, MI PADRE, JAMÁS VOLVIÓ…
En ese entonces, tendría yo 6 años de edad, cuando soñaba el retorno de
mi padre.
Los años transcurrieron, el almanaque se fue quedando desnudo, como un
roble en verano, y el anhelo de su
retorno seguía floreciendo día a día.
Varias veces soñé que regresaba de un asombroso viaje.
Y fui feliz.
Traía a cuestas un pasado maravilloso del que sólo hablaba conmigo.
Yo debo de haber tenido nueve o diez años cuando soñé que jugaba
canicas en la calle con mi hermano Rodrid Adalid, cuando, de pronto, apareció
un anciano, sosteniéndose en un bastón.
-Es papá-, gritó mi hermano.
Y corrimos a abrazarlo.
Detrás de unos lentes gruesos, los ojos de mi amado padre, anegados en
lágrimas.
Pero fue, tristemente, solamente un sueño.
Así se me esfumó la niñez: soñando el regreso de mi amado progenitor.
Trataba, en vano, olvidar que falsos revolucionarios lo habían
asesinado el 21 de mayo de 1981, cuando era
alcalde municipal de Santa Ana Huista.
Y ellos, los asesinos, los demonios, que no solamente me robaron el
privilegio de tener un padre, sino que también derramaron más sangre inocente,
disfrutan tranquilos de su impunidad.
El tiempo ha pasado inexorable y, de vez en vez, derramo una lágrima y erijo sonrisas con sus
recuerdos para reírme de la angustia que su vacío me dejó.
Tantos años soñando su retorno, y
mi padre, jamás volvió…
Elder Exvedi Morales Mérida.
Barrio de la Recolección,
Guatemala, 17 de junio de 2006.
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