jueves, 26 de mayo de 2016

LA SIGUANABA Y JUAN HUISTA

LA SIGUANABA Y  JUAN  HUISTA

-Usté Juan Huista-solía decirle doña Toluca-, tenga cuidado; me he dado cuenta que usté viene a altas horas de la noche y de repente le va a salir la  Siguanaba y lo va a joder.
-Gracias doña Toluca, pero yo no creo en esas babosadas.
-Que conste que se lo dije, allá usté…

No le puso atención a sus recomendaciones y continuó saliendo por las noches a ver a la Nila, una de sus tantas amantes.

En cierta oportunidad que regresaba desde el cantón Florida como a las dos de la madrugada, con unos cuantos tragos entre pecho y espalda, le sucedió algo que jamás olvidaría.  
Venía contento, cantando, chiflando. Cuando cruzó   el pequeño puente de madera que hacía resonar con fuerza las pisadas de su cabalgadura, el caballo empezó a dar muestras   de desasosiego.
Desde ese lugar vio que en el río Huista se encontraba una mujer  bañándose. La fémina vestía de blanco y era hermosa. El viento jugueteaba con su cabello largo. Y su curvilíneo cuerpo  era tan notorio, que el vestido blanco parecía un jirón de neblina.
El caballo se resistía a continuar el camino.

-Vamos-, le ordenó, pero el equino no obedeció.

En ese momento, la mujer lo vio y Juan Huista,  al verle la cara de caballo flaco y los ojos rojos, como tizones candentes, aterrado, perdió el conocimiento,  y  cayó del alazán.

Dos cazadores vieron lo que sucedió y lo auxiliaron. De lo contrario, la Siguanaba se lo hubiera ganado.


Y el pueblo supo que la Siguanaba estaba cerca, haciendo de las suyas, porque escuchó sus horripilantes gritos cuando huía.



Huista: Un viaje a través del tiempo. Elder Exvedi Morales Mérida. 1994.

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