Escuché
atentamente el discurso del presidente
de Guatemala. Cuando pronunció el
nombre del insigne doctor Juan
José Arévalo Bermejo, vibraron las
cuerdas de mi espíritu. ¡Qué lujo de hombre!, como decía mi Mamá Limpa, anciana que, por cierto,
sufre graves quebrantos de
salud.
El
presidente tiene buenas intenciones pero, creo, con
todo respeto, somos un
pueblo difícil de gobernar.
¿Recuerdan El pescado
indigesto, del maestro
Manuel Galich, para citar
un solo ejemplo?
Y,
es ahora, cuando recuerdo con
mayor tristeza al Soldado del
Pueblo Jacobo Árbenz Guzmán.
Por cierto, cuando Álvaro Colom, inició a “gobernar”,
escribí el siguiente
texto:
SUEÑOS NADA MÁS…
Los pueblos siempre sueñan.
Y mientras sueñan,
son felices,
aunque lo sueños sean,
al final de cuentas,
una farsa,
una utopía que nace muerta.
Siempre se impone
la amargura,
la avaricia,
los intereses mezquinos…
Si
queremos que el país cambie, cambiemos
nosotros.
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