SU AUSENCIA
Autor: Elder Exvedi Morales Mérida (10/05/1994)
Hacía muchos años
que la silente enfermedad
le restaba vida
sin nosotros saberlo.
Ella lo sabía
ocultándonos su dolor
porque la pobreza
sin clemencia nos castigaba.
Y, a pesar de todo,
sonreía y daba lo mejor de sí;
y es que el amor de una madre
es sublime y misterioso.
Y un día,
un triste día,
al caer la tarde
en mis brazos expiró.
Murió en mi regazo
con una sonrisa en los labios
porque aprendió a vivir
y a morir.
Y se fue
dejando un vacío
que me arranca sollozos.
Es que su ausencia
es tan terrible
que la tristeza indescifrable
se aloja en mi
conciencia
y lloro
y clamo a Dios.
Mi madre,
mi bendita madre,
murió en mi regazo
con una sonrisa en los labios
porque aprendió a vivir
y a morir.
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