PAZ
FIRME Y DURADERA
Por
Elder Exvedi Morales Mérida.
*Publicado
en varias revistas.
Imagino
que hoy, 29 de diciembre, se celebrará con derroche un aniversario más de la
firma “del Acuerdo de la Paz Firme y Duradera”, pero en Guatemala, el tema justicia sigue siendo una
utopía por cumplir. ¡En Guatemala ser pobre es un anatema!
Las
autoridades han creído que con pulcros discursos o levantando monumentos a los
caídos se van a cicatrizar las heridas.
Pero no, porque el dolor que sufre un familiar y amigo no tiene límites.
Han
transcurrido muchos años y el tiempo ha sido insuficiente para sanar las
heridas que abrió la guerra. Quizá se logre cuando se haga justicia… Y lo digo
yo, que tuve el infortunio de vivir la guerra interna, pues mi padre fue
asesinado en su despacho el jueves 21 de mayo de 1981, cuando fungía como
alcalde municipal; asimismo, los esposos de dos tías, quienes fueron torturados y eliminados
físicamente. También otro tío. Y… ¡larga es la lista!
Los
que salimos afectados durante la larga noche de la guerra no podemos quedarnos
callados porque siguen las humillaciones, entre ellas, las que nos ha dado
siempre la Comisión Nacional de Resarcimiento, pues nunca cumplen con sus
promesas, y somos tan solo un botín para los politiqueros. ¡No somos objetos
sino sujetos! Enriendándolo de una vez por todas.
Pero
más terrible es para aquellos que aún no le han dado cristiana sepultura a sus
seres queridos.
Qué terrible es vivir con tantas interrogantes sin tener la certeza de
que alguien nos dé las respuestas satisfactorias. ¿Dónde están? ¿Quién los mató
y enterró sin decir dónde?
Los
horrores de la guerra sucia no nos dejan vivir en paz. El más damnificado del
conflicto armado, puesto que no fue el Ejército ni los diversos grupos
insurgentes, sino el pueblo civil quien sufrió las crudas y catastróficas
consecuencias de la guerra interna, exige justicia; que se le dé cristiana
sepultura a los que aún no aparecen, que el resarcimiento se haga efectivo, que
dejen de vernos como objetos.
¿Cuál
es el camino para hacer justicia sobre los crímenes de lesa humanidad y
genocidio cometidos durante el conflicto armado?
Los
que siempre han creído que no vale la pena rascar las viejas cicatrices, ni
quitar las costras porque entonces la herida que ya estaba seca, sangra de
nuevo, y eso es lo que menos necesitamos, están equivocados porque no vivieron
en carne propia tanta injusticia.
Muchos
saben que el enfrentamiento armado causó muerte y destrucción, pero la gravedad
de los reiterados atropellos que sufrió el pueblo todavía no ha sido asumida
por la conciencia nacional. ¿Hasta cuándo?
No
cabe duda de que, aunque doloroso, el narrar nuestra historia, es un paso
indispensable para que esta sociedad inicie el largo proceso de sanar.
Aprovecho
pues, este espacio para exigirle a voz en cuello al Estado para cumplir sus
deberes de garantizar a los habitantes de la República la vida, la libertad, la
justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona.
Elder
Exvedi Morales Mérida
Santa
Ana Huista, Huehuetenango, Guatemala.
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