FUENTE: Relatos de Santa Ana Huista.
Elder Exvedi Morales Mérida. 1994
Poco a poco, los pobladores se
aglomeraron al rededor del cadáver.
El mismo constató lo hechos.
Ahí estaba llorando con su
sombrero de ala ancha, protegiéndose la cara de los rayos solares.
Luego, se cubrió el rostro con
las manos, y murmuró entre sollozos:
“Era lo único que tenía”.
Todos lloraron.
-Quien no lo iba a querer.
-Tan bueno que era.
-Tan humilde.
-Tan obediente.
-Tan manso.
Todos lloriquearon de nuevo y
preguntaban de quién podría ser el asesino.
Nunca se esclareció la
verdad, y el cadáver del buen burro, fue
sepultado como si fuera un ilustre ciudadano.
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