“Vos
sos complaciente con los alcaldes”, me dijo descaradamente, cuestionándome de
por qué ya no “saco a luz pública sus
trapitos sucios”.
Esto
sucedió el año pasado.
Después reflexioné de por qué hay gente que utiliza a
los demás para lograr sus fines mezquinos.
O los usan, como decimos en los pueblos, como “carne de cañón”.
¿Por
qué esperan que otros hagan lo que ellos deben hacer?
Ahora,
con respeto, me dirijo a este
sujeto. Sabés que el poder
corrompe, y lo adorás. La política es un negocio, y de los más turbios. Gente como vos dicen velar
por el bien común, pero todo es una farsa.
Te seduce el poder. Siempre has vivido así. Has estado en todos los bandos, siempre y
cuando te quede “buena ganancia”.
Te
autonombrás honrado, íntegro e insobornable, pero la pestilencia de tu verdadera identidad
te delata.
Sos
de esos sirvientes, lacayos y
vasallos que defienden a capa y espada
los privilegios de amos negros…
Demostrás
la descomposición y putrefacción moral y
ética…
Sos
cínico y tu doble discurso comienza a fastidiar.
¿Y
me cuestionás de por qué no exijo transparencia a los alcaldes?
¡Descarado!
Sos
un parásito social, tu modus operandi lo grita.
Mercader,
judas.
Rendirás
cuentas y un día, el pueblo quizá te apedree.
En
medio de tanta sandez, me tomo un tiempo para
fumar optimismo. Así somos los
que hablamos en voz alta, porque nadie nos uniforma la dignidad.
Vos
hablás con el alcalde, con el gobernador, con el diputado y con el presidente,
pero no tenés el privilegio que yo tengo: hablar de tú a tú con DIOS.
En
la política todo tiene que ser disimulado, le decís a tu círculo cercano, pero,
frente al pueblo, sos otro. Predicás y
no te convertís.
Yo
sí me mantengo en pie y sé levantarme de mis heridas.
Y es
que pensás erróneamente que el mundo es un burdel. ¿Qué se le puede pedir a tu
imaginación enferma?
La
corrupción lubrica a la política, decís, pero solamente para tus adentros.
¡Lobo
con piel de oveja!
Sos
seguidor de los sistemas represores y sanguinarios, aunque prediqués lo contrario.
Tu
sed de poder y gloria es insaciable.
Sos
parte de todo eso que se ha diseñado para propósitos personales de unos
cuantos…y te autonombrás cristiano
Sos
un huérfano atado de manos de por vida. Estás condenado por una terrible
enfermedad, porque así lo has decidido.
Echaste a la borda al libre albedrío…
Y lo
digo yo que siempre me he esforzado en
serle fiel a mis ideales de justicia, libertad y verdad.
Escribo
esto y, mientras lo lees, te rasgás las vestiduras, como es tu costumbre.
Te
sentís dueños y señor de todo.
Estás
contento ordeñando los recursos públicos
y no conocés la vergüenza.
Sos
un ignorante enciclopédico del tema “dignidad”.
Cedés
con mucha facilidad a los chantajes.
Lees
esto y de hoy en adelante vivirás en pánico y tu conciencia ¡tu juez
implacable! te martirizará.
Has
logrado por medios indignos muchos
bienes materiales, pero tu dignidad sufre de desnutrición crónica.
Le
has robado el pan a muchos, le has robado hasta la sonrisa y el futuro a
muchos.
Te
apropiás, incluso, de lo que no necesitás.
¿Y
aún así exigís que yo alce mis voz por
ustedes? ¡Insolente!
Y,
de tu miseria erótica, nada me interesa. Tus inclinaciones sexuales son tu
problema.
Te
reís de esos pobres que malviven atascados en la miseria por culpa tuya y de
muchos otros.
Sobornás
a diestra y siniestra. Sos un parásito,
un vividor, un hipócrita.
No
podés negar ni ocultar que sos un esclavo del dios dinero. ¡Pobre vos!
Yo
soy ajeno a toda codicia y ambición y no le rindo pleitesía a nadie, solamente
al Ser Supremo y a todos aquellos seres humanos honrados.
Yo
provengo del polvo y cuando llegue mi ocaso, al polvo volveré.
Entonces,
¿por qué estar atado a la vanidad, a la vanagloria y al dios dinero?
Con
respeto,
Elder
Exvedi Morales Mérida.