LA
QUEMA DEL DIABLO (Fragmento)
Fuente:
Huista: Un viaje a través del tiempo. Elder
Exvedi Morales Mérida. 1995.
“El
7 de diciembre a las seis de la tarde tañen, en el campanario de la parroquia,
la Santa Ana y la Candelaria, anunciando el inicio de la quema del diablo. Se
escuchan los pasos presurosos de las personas que caminan por las calles y las carreras inquietas de los niños con sus
cohetes en bolsas esperando el momento para empezar a detonarlos. De pronto,
suena el estallido de innumerables cohetillos por los cuatro costados del pueblo,
y comenzó a elevarse en espirales el humo de la fogata, que chisporrotea ruidosamente. En el interior de
las viviendas los rezos de venerables ancianas invocan, en nombre de María
Santísima, protección contra la acechanza diabólica, y con ello la expulsión de tan temida
presencia del seno de sus hogares. Mientras, en las cocinas humean alegremente
las ollas de barro con ponche de frutas y los apastes de tamales esperando el
final de la oración para festejar la fiesta de la Purísima Concepción.
El 7 de diciembre dio inicio pues el ciclo navideño con la quema del diablo, más
conocido en el pueblo como la quema del “xutaxh”. Se juntaron objetos
inservibles, chiriviscos, madera, hojarascas, petates viejos, cartones, olotes,
doblador y zacate seco. En el atrio de
la iglesia se hizo una fogata.
Dicen los ancianos que al quemar al diablo se
ahuyentan a los malos espíritus; además,
para purificar las fiestas navideñas. A las 6 de la tarde se encendió la
hoguera, y con frecuencia se alimentaba de chiriviscos, madera, etc. Todos aplaudieron cuando el “xutaxh” ardía. “Diablo quémate, “xutaxh” chamúscate”, gritaban eufóricos. En los alrededores de la iglesia católica
estaban instalados los puestos de comidas y bebidas, tales como chuchitos,
enchiladas, tacos, buñuelos, torrejas, algodones, atol de elote, de arroz;
café, rellenos y mucho más.
Xutaxh, significa en
poptí, espantapájaros, y representa a judas, según la creencia en
Santa Ana Huista.
Ese día, en casi todos los
hogares se
veía a la gente rociar con agua bendita
las esquinas de las paredes, puertas y ventanas.
-Quemar
al diablo cada 7 de diciembre, a las 18 horas, en la víspera de la fiesta de la
Inmaculada Concepción de la Virgen María y como preludio de la época navideña es
una tradición que existe desde el siglo XVIII.
La quema del diablo es una
creencia antigua que consiste en sacar todos los objetos viejos de la casa,
símbolo de maldad, y luego se da paso a quemarlos entrada la noche. El periodo
navideño que finaliza el 2 de febrero con la celebración del día de la Virgen
de Candelaria-, expone Rufina Lemus,
hija de tío Chema.
-El
diablo se quema porque el fuego es un elemento purificador, puesto que la
Virgen, destinada a concebir a Jesús, tiene que estar libre de la contaminación
del mal-, agrega Luisa.
-Es
cierto-interviene doña Elena-, el diablo judeocristiano es la antítesis de Dios
y representa la oscuridad y la maldad.
Y
don Chema concluye: "Estas fiestas empiezan el 7 de diciembre y culminan
el 2 de febrero", refiere tío Chema. Así que, desde hoy, no dejarán de
estallar los cohetillos, los cuales llegaron a América con los españoles en el
siglo XVI.
Por
cierto, Pedro Cortés y Larraz, arzobispo de Guatemala entre 1767 y 1779,
describe algunas celebraciones: "Advertí que las solemnidades se reducen a
cultos exteriores y excesivos de muchos cohetes".
El
cronista Domingo Juarros también se refirió al uso de pirotecnia en las fiestas
religiosas. En su Compendio de Historia de la Ciudad de Guatemala escribió que,
según sus investigaciones, hubo repique de campanas y fuegos artificiales
durante siete días, por la inauguración de la segunda Catedral de Santiago de
los Caballeros, en 1680.
Durante
el siglo XVI hubo un estanco de pólvora en la Nueva España —México—, así como
uno en Santiago de Guatemala, que abrió alrededor de 1630 y 1650, aunque que solo se usaba para artillería. En esa
época, la pólvora se trituraba en molinos movidos por bueyes.
Fue
hasta 1728 que se organizó un gremio de coheteros, cuya patrona era Santa
Bárbara, asegura Héctor Samayoa Guevara en el libro Los gremios artesanos en la
Ciudad de Guatemala (1524-1821), publicado en 1962. En la época, su labor se
consideraba un arte.
En
1737 se promulgaron las ordenanzas de ese gremio, cuando los coheteros eran
evaluados en su habilidad para fabricar cohetes voladores, de caña y de todas
las demás variantes hasta entonces conocidas.
Incineración
del diablo
"Hoy
te queman", suele decírsele a un amigo cada 7 de diciembre, en tono
bromista. Es que este día se acostumbra "quemar al diablo".
Esta
tradición derivó de las llamadas luminarias del siglo XVI. En esa fecha, a las
6 de la tarde, se encendían pebeteros con cera y aceite y los colocaban en la
plaza central para festejar la cercanía de la celebración de la Inmaculada
Concepción de la Virgen María, que es el 8 de diciembre.
Las
luminarias se abolieron tras la Revolución Liberal de 1871. "El pueblo,
entonces, rescató la tradición y empezó a quemar chiriviscos. También se le
dejó de denominar luminaria y tomó el nombre de quema del diablo.
De
acuerdo con el cristianismo, proviene de una rebelión de Luzbel y de sus
seguidores que quisieron parecerse al Creador, pero fueron expulsados del
cielo.
Juan
de Dios y John escuchan atentos.
Y
doña Elena, católica hasta las cachas, como ella suele decir, continúa
narrando: -El término demonio viene del griego daimon, que era un espíritu o
protector, no maléfico, hasta que este término pasó al cristianismo con el
significado actual. Los hebreos lo llamaban Satán, el enemigo, que se tradujo
al griego como diabolos de donde procede
el diabolus latino y el diablo en castellano. También se le conoce como
Behemón, Mammon y Moloch.
-Según
sé-agrega Rufina-, los antiguos habitantes del país no tenían idea del diablo,
aunque sí creían en los malos espíritus.
El concepto del espíritu del mal, importado de España en el siglo XVI,
desempeñó un papel importante.
Don
Chema llega en compañía de Zacarías, Vicente y Juan Huista.
-¿De
qué hablan?-, pregunta tío Chema.
-Del
diablo-, responde Rufina.
-Chifladas
son ustedes, parece que no tuvieran qué hacer.
-Es
por la quema del diablo-, justifica doña Elena.
-Ah,
ya comprendinfais, como decía un gringo-, dice tío Chema, quien toma asiento y se involucra en la
charla. Les voy a contar lo que le pasó al cachudo un siete de diciembre.
Teníamos en la casa todavía a mi abuelita
Marta. Todos los días, mamá Marta
iba a misa. Era muy católica. Pues el
día de la quema del diablo, nana Marta y
todos nosotros habíamos reunido cuanto chirivisco y hojas secas encontramos en
el patio de la casa. A las seis de la
tarde en punto encendió el fogarón y empezó a echar agua bendita por todas
partes gritando: ¡Diablo maldito, salí de donde estás escondido, y ándate a la
chingada del infierno! Pues van a ver lo
que pasó. De un rincón del cuarto donde dormía mamá Marta salió el diablo y se
le fue encima, entonces ella como no tenía con qué defenderse se sacó el
rosario del pecho y se lo tiró al diablo y le quebró una canilla. Cojeando y
con la cola entre las patotas, salió corriendo el pinche diablo y se tiró a la hoguera.
A mí se me arraló todo cuando
vi al hombrote peludo que pasó cerca y
se tiró al fuego, dejando una pestilencia a azufre. Eso de ver al cachudo, es rejodido”.
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Fuente:
Huista: Un viaje a través del tiempo. Elder
Exvedi Morales Mérida. 1995.